—Decker se cruzó de brazos y golpeteó con el pie
de forma teatral. La corte de aliados Camarilla sonreía ante
el espectáculo.
El acusado alzó la barbilla, enfrentándose a su Sire,
mirando a Decker a los ojos…
—Sé… Sé que no me creerás, pero vi algo viejo…,
algo anciano e inhumano. Estaba en una de las ventanas,
mirándome, y me asusté. Hizo que mi Bestia… La obligó a
hacerse con el control.
Todo lo que pido es que investigues
las propiedades de Brady. Puedes hacer lo que quieras
conmigo.
El Chiquillo bajó de nuevo la vista.
Una marea de murmullos retumbó por la corte, antes de
que Decker alzase la mano y la hiciera parar.
—Bien, lo haremos, chico. Te lo prometo. Sé que no fue
tu culpa cambiar cuando lo hiciste. Eres mejor que eso. Pero
he de ser consistente. Y lo que esto demuestra es que no tienes suficiente autocontrol para resistir a nuestros enemigos.
—Decker dejó que se asimilasen sus palabras antes de dictar
sentencia—. Por la presente, quedas desterrado a Minneapolis. Ya saben que vas. Allí son más estrictos, pero aprenderás
a hacer lo correcto para la Camarilla. Te estoy mostrando
piedad, así que dame las putas gracias.
Conforme la corte se dispersaba y su Chiquillo se marchaba sin decir palabra, Decker se desplomó en su silla y se
volvió a poner su gorra de los Brewers. Su especie de corona.
Sabía que la corte pensaría que estaba siendo nepotista.
—Que les den.
Si no podía mostrar piedad, ¿qué tenía de bueno la
Camarilla?
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