El Ansia se instala en mis
miembros, mis pensamientos, mi
corazón muerto. Quiero fingir que
no la siento, moverme, moverme y
moverme, pero no puedo ignorarla.
Hay sangre en cada persona que
me rodea, susurrando en sus venas,
oculta bajo una fina barrera de piel.
Me abro paso hasta Sigurður.
Hace sólo unos años íbamos a la
misma escuela, a las mismas clases.
Yo era la friki inadaptada que vivía
lo mejor de su vida en Internet. Él
era el emo agraciado con una pizca
de popularidad por su impecable
gusto musical. Ahora yo soy una
Crepuscular y él está desplomado
con la cabeza sobre la mesa, un
Renfield maltratado por mi estúpida amiga Dee que está ahí sentada
tratando de lamerse discretamente
los labios para limpiarlos de sangre.
—¿Alguna vez has oído hablar
de la Mascarada, idiota? —siseo a
Dee, sentándome junto a ella.
—No te preocupes, está
bien —asegura despreocupada,
mirando a nuestro alrededor por
si alguien está prestando atención.
Nadie lo hace.
—Mira, Dee. Me he molestado
mucho en chutar a Sigurður con
la dosis concreta y específica que
quería. No soy una yonqui como
tú. Soy una entendida. No hago
esto para robarle la sangre.
Dee no me escucha. En su
religión, todo está permitido si
quieres tener un subidón. Dee es
de esas personas que no podrías
imaginar durante el día. No tengo
ni idea de dónde duerme, cómo
viaja o cómo gana dinero. Pero
sí sé que siempre está ahí para
robarme el subidón.
Que le jodan. Tengo que Cazar.
Reikiavik es una ciudad
pequeña y te encuentras con
gente que conoces. Como ahora
mismo. Un chico con el que salí
cuando éramos adolescentes. Está
entrando en los baños y le sigo
cuando se encierra en un sucio
urinario para esnifar coca en el
inodoro. Le doy suficiente tiempo
para colocarse antes de arrancar la
puerta. Debería haber tenido más
delicadeza, pero no me importa.
Está ahí arrodillado con expresión
somnolienta, incapaz de entender
lo que su amor de la infancia está
haciendo con los colmillos fuera.
Se suponía que iba a volverse
rico y exitoso. Un banquero de
inversión. En su lugar, es sólo un
mamón cualquiera, aturdido por
las decisiones que ha tomado en
su vida. Y ahora es una presa. Le
muerdo profundamente en la nuca,
la carne da paso al primer chorrito
de sangre, que me ofrece un adelanto de lo que está por venir.
Adoro beber de gente que no
me importa. Sé que el Beso se la
pondrá dura y, cuando haya desaparecido en la noche, se preguntará, aún cachondo, qué ha pasado.
La mezcla tóxica de lo que sea
que mi ex tiene en la sangre me
golpea cuando me levanto. Antes
me he comido un kebab, sólo por
fastidiar a Dee. A diferencia de ella,
yo aún puedo comer y normalmente decidir cuándo vomito. Ahora
no es el caso. Empiezo a tener
arcadas frente a mi ex, que aún está
de rodillas sobre la taza del váter.
Vomito violentamente hasta que
el último trozo de kebab decora su
ridícula cazadora. Ésta es la clase de
experiencia de exnovia que ofrezco:
mordisco, excitación, vómito.
Es mejor que me marche. Por
estas cosas mezclo mis propias
drogas y uso a mi Renfield como
sujeto de pruebas. Estas mierdas
pasan si te colocas con la sangre
de un mamón cualquiera. Me
tambaleo de vuelta a las mesas. La
música me desanima. La muchedumbre se cierra y mira con lascivia, su sudor se me pega al cuerpo
conforme limpia mi pasado. El
techo está demasiado bajo. Siento
como si me estuviera ahogando
cuando ya no necesito respirar.
Estoy cansada. No quiero
dormir. Ser una vampira está bien
mientras estás colocada, y si eres
una Crepuscular puedes aguantar
las veinticuatro horas. Mantiene a
raya los malos pensamientos.
—Vamos a sacarte de aquí
—dice Dee mientras me toma del
brazo. Me arrastra hasta la calle,
directa a la húmeda aguanieve
que cae del cielo. Se me cuela por
la ropa, regueros de agua helada
corriendo por mi espalda. Odiaba
esta sensación cuando era humana,
pero ahora es reconfortante, como
unos fríos dedos afirmándome que
no tengo que aceptar moralidad
humana alguna. Cada persona que
he asesinado era sólo una presa.
Dee se marcha una vez que el
horizonte comienza a iluminarse.
Si termina atrapada en la fría semiluz del día en Reikiavik, arderá.
Yo sólo necesito ponerme gafas
de sol. Voy al puerto sintiéndome
menos y menos humana. Hay una
fiesta chill-out donde me dirijo,
pero antes quiero disfrutar de lo
que queda de la sangre de mierda
de mi ex y ver el amanecer.
El sol es apenas una forma más
clara en las nubes. Mirarlo directamente hace que me duelan los
ojos pese a las gafas, pero lo hago
igualmente. He aprendido algunas
cosas sobre cómo viven la mayoría
de vampiros y me resulta increíble que pueda acceder a todo un
mundo que ellos sólo ven en sus
recuerdos. Ellos tienen el poder,
pero no la libertad.
Espero a que los cruceros
echen las amarras. Proporcionan
un flujo constante de turistas incautos, presas que están disponibles sólo para aquéllos de nosotros
capaces de Cazar durante el día.
Al anochecer, se han marchado de
nuevo. Un recurso valioso en una
ciudad pequeña y sobrepoblada de
no-muertos. El problema es que el
único subidón disponible en los
barcos es de fármacos con receta.
Toca ir de chill-out, encontrar a
Dee cuando caiga el sol y repetirlo
todo de nuevo.
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