El pueblo
Hubo mucha sangre en la revolución y alimentó una limpieza de la sociedad que habría sido
inimaginable antes. Para los mortales, la sangre que derramaron les dio la fe de que podían
vencer. A nosotros nos dio sustento mientras destrozábamos las guaridas de monstruos tan
ancianos que hasta los Antiguos de la Camarilla temblarían si oyeran mencionar sus nombres.
Los individualistas de la Camarilla no entienden el poder de la acción colectiva. ¿Qué posibilidades tiene un Matusalén cuando las masas desmantelan su tumba piedra a piedra bajo
la fría luz del sol de octubre? Los mortales pueden creer que están buscando provisiones ocultas por aristócratas corruptos, pero el efecto en el cuerpo del vampiro es el mismo: arderá.
En esas primeras noches, todos estábamos unidos por el propósito común de destruir el
gobierno del zar y de los Príncipes vampíricos que gobernaban la noche. Queríamos construir algo mejor, algo más, un nuevo y hermoso mundo para el pueblo y por el pueblo.
Quizás las semillas de nuestra división ya habían sido plantadas o puede que nuestras
ideas divergiesen más tarde.
No importa mucho. Al comienzo, nos enardecíamos al saber
que estábamos haciendo algo que la clase dirigente siempre nos había dicho que era imposible. Para nuestros eruditos vampíricos, ésta era nuestra Cartago, no como ciudad, sino
como inmenso país que se extendía de Europa a Asia.
Muchos dicen que la verdadera naturaleza del
vampiro siempre se reafirma. Puede que fuera así.
Personalmente, creo que se trataba más de una
perspectiva de la experiencia y la edad. Algunos de
nosotros nunca abandonaron la creencia de que debemos construir un lugar donde humanos y vampiros
puedan vivir juntos en armonía, como iguales.
Otros, como yo misma, terminamos por entender que el verdadero paraíso inmortal sería algo que
construyéramos para los de nuestra especie. No estoy
en contra de tratar bien a los humanos, yo una vez fui
humana, pero tenemos que ser realistas y aceptar que
los humanos no son más que nuestra comida y forma
larvaria. La amabilidad es una virtud, pero abogar
por los plenos derechos de los mortales no tiene más
sentido que concedérselos a las vacas o los perros.
El cisma
Este conflicto ideológico llegó a un punto crítico tras
la muerte de Lenin. En 1926, en el 4º Congreso del
Consejo Revolucionario (coloquialmente conocido
como el Consejo Brujah), se abandonó formalmente
la meta de una coexistencia abierta entre nuestra
especie y los humanos. A esta decisión la siguió en el
5º Congreso en 1929 la definición formal del propósito del Consejo como la creación de un Estado
perfecto para los vampiros. La facción pro-humana
universalista logró que se aprobase una moción sobre
nuestra responsabilidad de tratar a los mortales en un
espíritu de igualdad, pero no perduró.
En los diez años siguientes, las purgas internas
erradicaron a esta facción sentenciando a sus miembros a muerte por sedición o condenándolos al exilio.
Así que ¿controlaba el Consejo Brujah la Unión
Soviética? Sí y no, dependiendo de a quién preguntes
y cómo definas “control”. Para entenderlo, necesitamos retornar a la idea de la Camarilla de que nuestra
especie está separada de la humanidad: no es así como
funcionaba el Consejo. Existíamos como parte de
una estructura de partido mayor, trabajábamos con
nuestros camaradas humanos.
Por decirlo sin rodeos, el ambiente que fomentamos fue tal que, si pudieras tener una reunión de
noche con la Camarada Domasheva en la Lubianka,
¿te pondrías a hacer preguntas? ¿O sencillamente
te quedarías callado? El terror y la censura eran
herramientas maravillosas para proteger nuestros
privilegios y para mantener la Mascarada.
No estábamos separados del partido, no. Éramos
parte de una máquina mayor, a la que alentábamos
sutilmente a alcanzar nuestras metas. Nuestra influencia venía de dentro, no de fuera.
El fin del sueño
Eso es de lo único que me arrepiento, de que ahora
tan poca gente entienda lo que hicimos.
Fuimos derribados por el sentimentalismo inútil
y la avaricia. Algunos comenzamos a soñar con los
dominios Principescos de antaño y otros continuaron
con su cháchara sobre el papel de los humanos y su
valor. Muchos objetaron y exigieron más “igualdad”.
Querían un mejor trato para ellos, citando su parte
en la Revolución y contradictorios relatos de Cartago.
A causa de estas debilidades y las luchas internas, nos
polarizamos. Para cuando cayó la Unión Soviética,
hacía mucho que nos habíamos fragmentado en una
multitud de facciones que no se ponían de acuerdo en
nada.
Personalmente, nunca abandoné el sueño de gobernar abiertamente a los humanos. Aún hay lugares
donde es posible hacerlo mediante represión.
No podía soportar la ideología de muchos de mis compañeros de Clan, menos aún en lo que se había convertido
Rusia. Hace mucho que me marché.
Aun así, esos no-vivos en las ruinas de nuestro
magnífico diseño deben recordar que, durante unas
décadas, Cartago, como creo que debió de ser, fue
una realidad a gran escala. Que hablen de igualdad
con los humanos; para mí son comida, nada más, y
deben vivir aterrorizados y conscientes de ello. Un
paraíso para los vampiros y un corral para los humanos. No escuches a los detractores, sin importar
cuántos puedan ser: éste es un lugar donde podríamos
florecer de verdad sin miedo a la depredación de la
Camarilla o a terrores como la moderna Segunda
Inquisición. Ahora que los jóvenes vampiros se arremolinan para construir sus propios dominios en los
antiguos territorios soviéticos, harían bien en honrar
a quienes les han allanado el camino.
– Oksana Dmitriyevna Domasheva,
vieja miembro del Consejo Brujah
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