Diez noches que Sacudieron al Mundo

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Durante toda una vida humana, la Unión Soviética fue un paraíso en la Tierra. Antes de protestar ante esta afirmación, te pido que consideres: ¿un paraíso para quién? A la Camarilla y sus Vástagos les gusta verse como algo aparte de la historia y la sociedad humanas. Esta perspectiva de sí mismos hace difícil que los Vástagos de la Camarilla entiendan otras formas de relacionarse con la humanidad. Imaginan que su planteamiento es universal, cuando sólo lo comparte una pequeña minoría de vampiros envejecidos. Esto es importante si deseas entender quiénes éramos realmente los Brujah que participaron en la Revolución de Octubre. Dicho simple y llanamente, éramos gente ordinaria. Éramos vampiros jóvenes, recién Abrazados. Ninguno de nosotros llevaba más de diez años no-muerto. El Abrazo no borra quién eres. Tu historia, valores, análisis del mundo, bagaje de clase. Todo eso permanece intacto. La única diferencia es que, cuando el mundo comienza a sacudirse, estás mejor equipado para luchar por aquello en lo que crees. 

El pueblo 

Hubo mucha sangre en la revolución y alimentó una limpieza de la sociedad que habría sido inimaginable antes. Para los mortales, la sangre que derramaron les dio la fe de que podían vencer. A nosotros nos dio sustento mientras destrozábamos las guaridas de monstruos tan ancianos que hasta los Antiguos de la Camarilla temblarían si oyeran mencionar sus nombres. Los individualistas de la Camarilla no entienden el poder de la acción colectiva. ¿Qué posibilidades tiene un Matusalén cuando las masas desmantelan su tumba piedra a piedra bajo la fría luz del sol de octubre? Los mortales pueden creer que están buscando provisiones ocultas por aristócratas corruptos, pero el efecto en el cuerpo del vampiro es el mismo: arderá. En esas primeras noches, todos estábamos unidos por el propósito común de destruir el gobierno del zar y de los Príncipes vampíricos que gobernaban la noche. Queríamos construir algo mejor, algo más, un nuevo y hermoso mundo para el pueblo y por el pueblo. Quizás las semillas de nuestra división ya habían sido plantadas o puede que nuestras ideas divergiesen más tarde. 

No importa mucho. Al comienzo, nos enardecíamos al saber que estábamos haciendo algo que la clase dirigente siempre nos había dicho que era imposible. Para nuestros eruditos vampíricos, ésta era nuestra Cartago, no como ciudad, sino como inmenso país que se extendía de Europa a Asia. Muchos dicen que la verdadera naturaleza del vampiro siempre se reafirma. Puede que fuera así. Personalmente, creo que se trataba más de una perspectiva de la experiencia y la edad. Algunos de nosotros nunca abandonaron la creencia de que debemos construir un lugar donde humanos y vampiros puedan vivir juntos en armonía, como iguales. Otros, como yo misma, terminamos por entender que el verdadero paraíso inmortal sería algo que construyéramos para los de nuestra especie. No estoy en contra de tratar bien a los humanos, yo una vez fui humana, pero tenemos que ser realistas y aceptar que los humanos no son más que nuestra comida y forma larvaria. La amabilidad es una virtud, pero abogar por los plenos derechos de los mortales no tiene más sentido que concedérselos a las vacas o los perros. 

El cisma 

Este conflicto ideológico llegó a un punto crítico tras la muerte de Lenin. En 1926, en el 4º Congreso del Consejo Revolucionario (coloquialmente conocido como el Consejo Brujah), se abandonó formalmente la meta de una coexistencia abierta entre nuestra especie y los humanos. A esta decisión la siguió en el 5º Congreso en 1929 la definición formal del propósito del Consejo como la creación de un Estado perfecto para los vampiros. La facción pro-humana universalista logró que se aprobase una moción sobre nuestra responsabilidad de tratar a los mortales en un espíritu de igualdad, pero no perduró. En los diez años siguientes, las purgas internas erradicaron a esta facción sentenciando a sus miembros a muerte por sedición o condenándolos al exilio. 

Así que ¿controlaba el Consejo Brujah la Unión Soviética? Sí y no, dependiendo de a quién preguntes y cómo definas “control”. Para entenderlo, necesitamos retornar a la idea de la Camarilla de que nuestra especie está separada de la humanidad: no es así como funcionaba el Consejo. Existíamos como parte de una estructura de partido mayor, trabajábamos con nuestros camaradas humanos. Por decirlo sin rodeos, el ambiente que fomentamos fue tal que, si pudieras tener una reunión de noche con la Camarada Domasheva en la Lubianka, ¿te pondrías a hacer preguntas? ¿O sencillamente te quedarías callado? El terror y la censura eran herramientas maravillosas para proteger nuestros privilegios y para mantener la Mascarada. No estábamos separados del partido, no. Éramos parte de una máquina mayor, a la que alentábamos sutilmente a alcanzar nuestras metas. Nuestra influencia venía de dentro, no de fuera. 

El fin del sueño 

Eso es de lo único que me arrepiento, de que ahora tan poca gente entienda lo que hicimos. Fuimos derribados por el sentimentalismo inútil y la avaricia. Algunos comenzamos a soñar con los dominios Principescos de antaño y otros continuaron con su cháchara sobre el papel de los humanos y su valor. Muchos objetaron y exigieron más “igualdad”. Querían un mejor trato para ellos, citando su parte en la Revolución y contradictorios relatos de Cartago. A causa de estas debilidades y las luchas internas, nos polarizamos. Para cuando cayó la Unión Soviética, hacía mucho que nos habíamos fragmentado en una multitud de facciones que no se ponían de acuerdo en nada. Personalmente, nunca abandoné el sueño de gobernar abiertamente a los humanos. Aún hay lugares donde es posible hacerlo mediante represión. 

No podía soportar la ideología de muchos de mis compañeros de Clan, menos aún en lo que se había convertido Rusia. Hace mucho que me marché. Aun así, esos no-vivos en las ruinas de nuestro magnífico diseño deben recordar que, durante unas décadas, Cartago, como creo que debió de ser, fue una realidad a gran escala. Que hablen de igualdad con los humanos; para mí son comida, nada más, y deben vivir aterrorizados y conscientes de ello. Un paraíso para los vampiros y un corral para los humanos. No escuches a los detractores, sin importar cuántos puedan ser: éste es un lugar donde podríamos florecer de verdad sin miedo a la depredación de la Camarilla o a terrores como la moderna Segunda Inquisición. Ahora que los jóvenes vampiros se arremolinan para construir sus propios dominios en los antiguos territorios soviéticos, harían bien en honrar a quienes les han allanado el camino. 

– Oksana Dmitriyevna Domasheva, vieja miembro del Consejo Brujah
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