Pero cuando inicié mis estudios formales, éstos tomaron otra dirección: un compañero de estudios me descubrió el persa y el sánscrito y mi imaginación recibió nuevos estímulos. Los aceres y los Vedas eran mi nuevo refugio, el Mahabharata y la Epopeya de los Reyes persa mi nuevo patio de juegos. Comencé un estudio comprehensivo de los mitos y epopeyas de herencia Indoeuropea. Mi mente era voraz y mi intelecto se expandía sin límites. Descubrí que tenía un extraño talento para los idiomas: lo que a otros les llevaba años de estudio a mí me costaba meses, a veces semanas. Gaélico, alemán, catalán... cuando me doctoré podía haber dado clases en casi cualquier programa de idiomas de Oxford o Cambridge. Con los idiomas viene el pensamiento y al aprender aquellos idiomas conocí también sus culturas, creencias y mitologías. Mis búsquedas eran inconstantes sí: un día estaba indagando en los rituales de los escitas y los medas, y al día siguiente intentaba comprender la mitología celta. Buscaba los vínculos entre el pensamiento y el idioma de pueblos distintos y atisbé un elemento de universalidad en todos ellos, un fenómeno que durante mucho tiempo ha sido pasado por alto o ignorado. (Debo confesar que los idiomas del Lejano Oriente no me interesaban mucho. Aunque mi mandarín y mi tibetano eran correctos, no sentí la necesidad de estudiar las culturas de aquellas regiones. Pero me estoy desviando).
Fue mi talento para los idiomas lo que llamó al principio la atención del Arcanum. Recién graduado me enfrentaba a la poco apetecible tarea de buscar empleo. Mi dominio de numerosas lenguas me ofrecía perspectivas como traductor o maestro, pero pensaba que mi destino estaba en otra parte. Una lluviosa tarde de domingo, mientras estudiaba mis opciones (más bien escasas) sorbiendo té junto a mi ventana con vistas al jardín, oí que llamaban a la puerta. Mis visitantes eran dos de mis antiguos profesores, eruditos en persa antiguo y sánscrito. Hablamos durante horas, la gris tarde convirtiéndose suavemente en una noche negra. Aquel día me uní al Arcanum.
¡Oh, los años de exploración y aventura! Viajeros constantes, mis compañeros Iniciados y yo recorríamos el mundo. Un mes en El Cairo, otro en Lima; éramos un alegre grupo de estudiosos e investigadores. Ascendiendo a los Alpes envueltos en las nubes, internándonos en antiguos pozos en Capadocia, debatiendo sobre filosofía o leyendo antiguos textos durante toda la noche... fue la época más feliz de mi vida. Pero esa felicidad no podía vivir para siempre. Nuestra logia acabó dividiéndose: algunos colegas se embarcaron en búsquedas personales, mientras que otros se retiraron para fundar familias y otros murieron.
¿Qué gané con todo esto? He descubierto la verdad detrás de tantos sucesos por lo general pasados por alto, y he aprendido cosas perdidas para la historia humana. He leído el Libro del Veneno y conocido el secreto de la Torre Blanca. Sé la verdad tras la matanza de 30.000 calvinistas a manos de la corna francesa el día de San Bartolomé. Sé qué los corazones y los cuerpos de los Habsburgo están enterrados por separado en la Capilla de Loretto. He visto secretos tras las notas musicales del Miserere de Allegri y conozco el destino de los khazar y los enigmas aprisionados en las piedras de Notre Dame.
Qué triste es haber necesitado años de estudio y viajes, muchos de ellos fatales para mi salud, para descubrir que la verdad que buscaba tan ansiosamente podía haberla encontrado en mi interior. Las experiencias que definieron mi vida, por poderosas, reales y significativas que fuesen (y aterradoras a la luz de lo que el hombre contemporáneo entiende por "mundo moderno") carecen de sentido. Cierto, he visto y entendido muchas cosas tras la sombra de las perspectivas comúnmente aceptadas. He compartido la mesa con magos y visto a las hadas bailando a la luz de la luna; he aprendido que la muerte es sólo una piedra miliar en el camino y no su fin. Pero estas experiencias son en definitiva secundarias frente a mi verdadera búsqueda.
El alma está envuelta en toda una vida de experiencias y encuentros que sirven no para enriquecer este núcleo humano esencial, este fragmento de divinidad, sino para ocultarlo y oscurecerlo. Sólo atravesando las numerosas capas de fachadas e ideologías impuestas que se desarrollan con el tiempo podemos enfrentarnos a nuestra verdadera identidad. Tanto el viaje como la llegada pueden ser dolorosos, pero el camino específico que recorre cada uno tiene poca importancia. Ya siga las prácticas chamánicas de las sociedades tribales, las meditaciones de los monjes ortodoxos en la cumbre del monte Athos, o los medio clínicos de la psicoterapia moderna, el objetivo final es el mismo: aprender a apartar las numerosas etapas bajo las que está enterrada el alma. Es un proceso doloroso, pues ponemos esas capas para protegernos de la verdad, una verdad que es más dura a veces que la ficción. "La verdad duele" es una afirmación muy profunda aunque se use como una frase hecha.
Ahora contemplo mi hogar. La Casa Fundacional del Arcanum está llena de pasadizos ocultos... tantos como secretos hay en el mismo Arcanum. ¿Y qué hay de ellos? El Arcanum está dedicado a resolver misterios, ¿pero qué verdades oculta? ¿Es ahí donde empiezan las preguntas o donde acaban?
Ahora soy un hombre viejo, demasiado viejo para iniciar otra búsqueda y he aprendido mucho, quizás más de lo que debía. Algunos desdeñan mis pensamientos como la cháchara de un viejo carcamal... pero los necios son ellos al creerlo así. Dejaré que los secretos lleguen a mí o no merecerán mi atención. Veo nuevas generaciones de estudiosos disponiéndose para emprender el Viaje y temo por ellos a la vez que les envidio. Están a punto de iniciar las más grandes búsquedas imaginables. Aunque unos caerán por el camino, otros llegarán a su meta. Y puede que algunos descubran, como nos enseña la parábola sufí, que en nuestra búsqueda, a fin de cuentas nosotrso somos los buscadores y el Cielo es el buscador.
El alma está envuelta en toda una vida de experiencias y encuentros que sirven no para enriquecer este núcleo humano esencial, este fragmento de divinidad, sino para ocultarlo y oscurecerlo. Sólo atravesando las numerosas capas de fachadas e ideologías impuestas que se desarrollan con el tiempo podemos enfrentarnos a nuestra verdadera identidad. Tanto el viaje como la llegada pueden ser dolorosos, pero el camino específico que recorre cada uno tiene poca importancia. Ya siga las prácticas chamánicas de las sociedades tribales, las meditaciones de los monjes ortodoxos en la cumbre del monte Athos, o los medio clínicos de la psicoterapia moderna, el objetivo final es el mismo: aprender a apartar las numerosas etapas bajo las que está enterrada el alma. Es un proceso doloroso, pues ponemos esas capas para protegernos de la verdad, una verdad que es más dura a veces que la ficción. "La verdad duele" es una afirmación muy profunda aunque se use como una frase hecha.
Ahora contemplo mi hogar. La Casa Fundacional del Arcanum está llena de pasadizos ocultos... tantos como secretos hay en el mismo Arcanum. ¿Y qué hay de ellos? El Arcanum está dedicado a resolver misterios, ¿pero qué verdades oculta? ¿Es ahí donde empiezan las preguntas o donde acaban?
Ahora soy un hombre viejo, demasiado viejo para iniciar otra búsqueda y he aprendido mucho, quizás más de lo que debía. Algunos desdeñan mis pensamientos como la cháchara de un viejo carcamal... pero los necios son ellos al creerlo así. Dejaré que los secretos lleguen a mí o no merecerán mi atención. Veo nuevas generaciones de estudiosos disponiéndose para emprender el Viaje y temo por ellos a la vez que les envidio. Están a punto de iniciar las más grandes búsquedas imaginables. Aunque unos caerán por el camino, otros llegarán a su meta. Y puede que algunos descubran, como nos enseña la parábola sufí, que en nuestra búsqueda, a fin de cuentas nosotrso somos los buscadores y el Cielo es el buscador.
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