—Sí, marca el dominio —expliqué.
La Niña tenía montones de preguntas,
pero yo trataba de tener paciencia. No es como si tuviera a nadie más—. Así las demás bandas saben que
no tienen que Cazar aquí.
—¿Y si la gente normal…, ya sabes, si los humanos
las ven? —Aceleró el paso para mantener mi ritmo.
—Ése es el quid. No queremos chupópteros dando
por culo en nuestro territorio y tampoco queremos
bandas mortales.
—No puede ser difícil proteger tu territorio de la
gente normal, ¿no? —sonaba entusiasmada, feliz de
estar con los tíos duros del Equipo V.
—No quieres joder con la Mascarada —dije mientras entrábamos en el coche—. Así que hay que mantener la cabeza fría. Y los mortales también pueden
ser peligrosos. Nunca los subestimes.
—¿Por qué no consigues un coche mejor? —preguntó la Niña cuando me puse al volante. Me volví para mirarla.
—Quiero decir, eres una vampira, ¿no? —continuó—. ¿Por qué no haces que alguien te dé su coche
con control mental?
Noté que había estado pensando en ello durante
un rato. ¿Por qué somos tan pobres si somos muertas
glamurosas?
Y no hay duda de que yo no era muy sofisticada
entonces ni tampoco ahora. Parezco la mujer que va
a apuñalarte con un pincho en el patio de la prisión.
Me gusta mi aspecto, pero no siempre funciona con
gente como la Niña. Ella tenía ambición, ya podía
notarlo entonces. Yo soy lo que podría decirse una
pandillera Anarquista, pero ella quería hacer algo de
sí misma. Decía que había sido un cero a la izquierda como humana, una pobretona. No quería seguir
siendo una doña nadie como vampira.
—Escucha, Niña, no es tan fácil. He estado en
este juego desde hace mucho y no tengo ni idea de
cómo lo hacen esos mamones de la Camarilla. Cómo
logran ser ricos, vivir en refugios lujosos, mantener
un establo de sirvientes. Cuando yo trato de Vincular
con Sangre a alguien, simplemente se comporta como
un yonqui irresponsable.
—Vale —dijo.
Es algo sobre lo que la mayoría de Anarquistas empiezan a pensar antes o después. ¿Por qué es tan duro vivir?
La casa estaba en ruinas, una de las ventanas
estaba rota, pero alguien había cuidado el césped. Me
pregunté por qué. Quizás les daba a esos capullos algo
que hacer mientras esperaban visitantes sorpresa.
Uno de ellos estaba fumando en el porche, con
una pistola descuidadamente a la cintura. Observó
somnoliento cómo salíamos del coche. Parecía que
hubiera dormido tres noches con esa ropa deportiva
de gama media.
—Eh, chicas —nos llamó—. Es mejor que os vayáis.
Parecía que estuviera pensando alguna sugerencia
indecente pero no pudiese encontrar ninguna buena.
—Diles que Violeta ha venido de visita. Sabrán
quién soy.
Un par de minutos después estábamos dentro.
Estos capullos habían estado traficando en nuestro territorio. No mucho, sólo comprobando si nos
dábamos cuenta. Tenían sofás viejos, el olor a maría
en el aire, uno trataba de hacer funcionar un equipo
de sonido.
—Eh, Violeta, qué bien que estés aquí. Siéntate,
has traído a una amiga —comenzó Tom montando el
numerito del despreocupado.
—Esto no es una visita social —dije—. Estáis tocándonos los cojones. Esto tiene que parar.
El tipo que trasteaba con los altavoces se detuvo.
Todo el mundo nos miraba, evaluándonos.
—¿Quién va a pararnos? —preguntó Tom—. He
visto a tus chicos. Sois una broma, un chiste.
Me estaba poniendo a prueba,
pero no pasaba nada. Es a lo que
había venido. Saqué un cuchillo,
todas las miradas se posaron en él.
También la de la Niña. Me atravesé
la palma con él y lo saqué lentamente. Lancé el cuchillo con fuerza
y se clavó en la mesa, vibrando.
—Así de divertidos somos.
Ahora cuéntanos tú un chiste.
Tom miraba al cuchillo con
aprensión. Flexioné la mano con el
agujero.
—Yo me sé uno bueno —dijo
la Niña y cogió el cuchillo. Todos
la miraron sorprendidos, incluso
yo. Miró al cuchillo durante un
momento y luego me copió, atravesándose la palma con él. Lo dejó
ahí durante un momento antes de
sacárselo sin un solo gemido.
—De acuerdo, chicas, sois
demasiado chungas para mí —dijo
Tom elevando las manos—. Sólo
estábamos pasando el rato, no
necesitamos que venga gente a
acuchillarse. Un par de los nuestros no tenían claros los límites
de vuestro territorio —trató de
razonar—. Hablaré con ellos.
—Ha sido increíble —dijo la
Niña una vez nos alejamos en coche
de allí—. Entiendo que intimidar a
humanos funcione así, con sutileza,
usando tu Sangre. Pero ¿qué hay
de la Camarilla? No podemos
proteger nuestro terruño de la Camarilla con trucos de Sangre. Ellos
también son chupópteros.
—Sin duda —dije mientras mi
mano sanaba sobre el volante—.
Son chupópteros, pero no son
duros. A veces esta misma mierda
funciona también con ellos. Otras
veces no. Pero son malísimos
leyendo las calles. Puedes engañarles un poco, darles información
falsa, hacerles pensar que te están
atacando a ti cuando en realidad
es a esos mamones que acabamos
de visitar.
La Niña me miró, la luz de las
farolas recorría su cara. —¿Sabes qué podríamos hacer?
¿Por qué defender nuestro terruño
de una banda como esa cuando
podríamos absorberla? ¿Y por qué
esperar a que la Camarilla venga
a por nosotras cuando podríamos
ir nosotras a por ella? De forma
furtiva, como vampiros. Puedo
enmascararme como humana,
¿por qué no podría hacerlo como
Vástago de la Camarilla?
Tenía montones de preguntas. Ya sabes cómo termina esta
historia. Yo sigo aquí defendiendo
mi pequeño dominio de mamones
tanto mortales como inmortales.
Lo último que oí es que la Camarilla había hecho Arconte a
la Niña. Aún se pasa por aquí de
cuando en cuando y su información es siempre de fiar.
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