Aullido de Temor (Leyenda de los Hijos de Sarrath)

A pesar de que hay cierto número de tribus Garou que tienen sus propias Leyendas sobre este sonido legendario, los Hijos de Sarrath afirman que el grito de guerra de los soldados sudistas de la guerra civil estadounidense era en realidad una variación más suave del Aullido del Temor. Según la historia, a principios del conflicto, una kumpania de Rom se encontró con una escaramuza entre rebeldes y yankees. Los Rom empezaron inmediatamente a hacer apuestas sobre quién vencería. Prella, la Gitana Lupina de la Kumpania esperó hasta que los Gitanos empezaron a destrozar a los rebeldes. Cuando los rebeldes parecían no tener escapatoria, ella apostó por ellos y se escabulló para unírseles. Con su Aullido de Temor asustó tanto a los yankees que estos dejaron caer sus armas y corrieron, convencidos de que estaban a punto de ser aniquilados por los rebeldes fanáticos. Los rebeldes estaban demasiado sorprendidos como para saber qué pasaba pero notaron el poder de aquel sonido y empezaron a imitarlo, aunque no era tan efectivo como el aullido de Prella, también produjo un resultado satisfactorio.

Más adelante, Prella y el resto de su kumpania decidieron pasar por uno de los campamentos norteños y ofrecerse a vender el secreto del grito a quienquiera que estuviese al mando. Cuando finalmente llegaron junto a Maryland, Prella y Finnian, un Urme, se dirigieron a la tienda del general afirmando tener información de gran importancia sobre los rebeldes. Juzgando por la ropa de los Gitanos y la piel oscura de Prella, el guardia no estaba muy convencido, pero consiguieron entrar gracias a la labia de Finnian. Una vez adentro, hablaron con un general llamado Mclellan. Siguiendo el plan que habían preparado, Prella y Finnian le hablaron de los poderes mágicos y misteriosos del Grito Rebelde, del ruido tan terrible que pronto convertiría a regimientos enteros en veteranos experimentados y sus enemigos en niños temblosos en pos de las faldas de sus madres. Como punto final, se ofrecieron a enseñar un grito mucho más poderoso a los hombres de Mclellan.

Sin embargo, este no les creyó nada de aquello. Ante la sola sugerencia de que sus hombres se podrían comportar de tal forma, hizo detener a los dos Gitanos como espías. Por supuesto, Prella y Finnian siendo Gitanos, como eran, no tuvieron problemas para escapar de los yankees. Sin embargo, a Prella le había quedado una espina clavada con ellos. Con la ayuda de la kumpania, Prella viajó de un lado a otro de los estados del este, siguiendo el rastro de Mclellan. Dondequiera que fuese, Mcclellan oía aullidos que le helaban la médula y le asustaban tanto que replegaba a sus tropas como una anciana repliega un chal. En cualquier lugar donde lucharan las topas norteñas, el Grito Rebelde sonaba para saludarles.

Cuando Prella creyó que había llegado el momento, se dirigió a Mclellan una vez más. Esta vez él consistió en darlo todo lo que esta le pidiera a cambio de la información que antes había despreciado. Riéndose para sí, Prella le exigió que le pagase tres caballos, dos pollos y una barra de oro a cambio del secreto del "aullido místico". Prella también le dijo que debía llevar los caballos, los pollos y el oro al hombre que le enseñaría el aullido y que Mclellan debía darle una carta en la que se identificase como propietaria de estas cosas a cambio del secreto del Grito Rebelde.

Después de decirle dónde se encontrarían para la lección y demostrando la señal de que Mclellan debía darles para indicar que todo estaba despejado (un aullido) según dice, Prella envió la carta al superior del General Mclellan, el Presidente norteño. La noche de la reunión, la kumpanía no paró de reír mientras veían a todo un general orgulloso y estirado intentando explicar qué hacía sólo en una colina aullando suavemente al aire nocturno.