Edad 04: Cuarta Edad (Edad de la Bella Tristeza)

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La Cuarta Edad del Gran Ciclo amaneció sumida en el miedo y las llamas. Los señores Wan Xian tiñeron el suelo de todo. Los generales inmortales guiaban a hordas de esclavos en búsquedas incesantes de jade y sangre. Entre los mortales surgieron cultos de la muerte dedicados a alimentar los apetitos cada vez mayores de los Wan Xian. Éstos guerrearon contra los demás shen del Reino Medio, llegando incluso a enfrentar entre ellos a los hengeyokai para aprovechar su debilidad y saquear sus túmulos sagrados. Hasta los espíritus comenzaron a temerles. Los Mundos del Yin y el Yang se apartaron cada vez más del plano material, cerrándose muchos de los caminos que los unían. Los sabios y los espíritus trataban de razonar con los Wan Xian, pero el apetito y la codicia de éstos les hacía sordos y ciegos. Al final, la gula de los Kuei-jin se hizo intolerable y los dragones pidieron la ayuda de los Cielos.

Castigo Kármico

Y los Cielos Respondieron.
Los Wan Xian fueron expulsados de sus tronos y se dispersaron en la Cinco Direcciones. La Augusta Personalidad les robó el conocimiento de la respiración y los convirtió en cosas frías y sin vida, aunque sin estar del todo muertas. Sin aliento, se vieron separados eternamente del mundo de los vivos, pero por haber rechazado su misión no tenían la pasión necesaria para residir entre los Muertos. Los nuevos Wan Xian, despojados de la posibilidad de un verdadero renacimiento, se vieron obligados a habitar sus propios cadáveres; como estaban tan ansiosos por arrebatarle el Chi a las demás criaturas, la Augusta Personalidad les impidió que se pudieran alimentar de otro modo. Terminado su trabajo, el Emperador de Jade dio la espalda al Reino Medio, a las Cortes Espirituales y al Gran Ciclo. Libres de cualquier escrutinio, los Reyes Yama y sus lacayos demoníacos regresaron de nuevo al mundo. Los hengeyokai, furiosos más allá de toda medida con los Wan Xian, cayeron sobre los humanos que habían seguido ciegamente a sus amos inmortales.

El Dragón y la Reina, avergonzados, volvieron también la espalda a sus hijos perdidos, pero no sin antes ocultar los secretos de los Dharmas entre las nubes, el viento, la lluvia y la sangre, de modo que una noche los Wan Xian pudieran redimirse y recuperar su lugar en el Ciclo. A medida que la Rueda giraba la Muralla entre los mundos mortales y espirituales se hacía más fuerte, por lo que los Wan Xian regresaban con un gran esfuerzo. Abrirse paso a través de aquella barrera era una prueba brutal y solo aquellos con fuertes almas P'o tenían la ferocidad suficiente para lograrlo. El Cielo había previsto que solo las almas manchadas por el mal se convirtieran en Wan Xian, que seguirían vagando por el Reino Medio como había sido decretado en los primeros días. Sin embargo, al haber rechazado su lugar ordenado solo regresaban los mortales vencidos por sus hambres y apetitos.

De este modo, unos seres creados como guardianes del Reino Medio se convirtieron en su eterna miseria. Si antes habían sido dioses, ahora recordaban a los mismos demonios que habían jurado combatir. Fue entonces cuando los comprendieron apesadumbrados que el mundo se había convertido en su propio Infierno. Así se convirtieron los Diez Mil Inmortales en los Wan Kuei: Los Diez Mil Demonios.

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