No te confundas: los wu y las cortes de los Kuei-jin pueden tener rivalidades tan feroces y amargas como las que existen entre los Vástagos. Los enfrentamientos entre los diversos uji japoneses se remontan varios siglos en el pasado, y la Corte de Sangre y las Cortes Doradas se desprecian desde las noches de Confucio y Lao Tzu. Cuando las tensiones entre los diferentes Kuei-jin (ya sea individualmente o en grupos) se hacen intolerables y los mandarines y ancestros no logran resolver la disputa, se produce una Guerra de Sombras.
Este combate ritual enfrenta a las diferentes facciones en una competición de poder, subterfugio y traición. Siempre se declaran formalmente y suelen ir precedidos de una elaborada ceremonia, bailes con espadas, sacrificios rituales y la escritura de poemas marciales. En las mayores Guerras de Sombras pueden verse involucrados espíritus, mortales, hengeyokai, Kuei-jin, mercenarios y peones ignorantes.
Existen dos modalidades: "Crepúsculo" y "Medianoche".
• La Guerra de Crepúsculo es más gentil y quizá más interesante. En muchos aspectos recuerda más a un duelo que a una guerra. Los combatientes pelean según una reglas de conducta prescritas, existiendo un grupo neutral que arbitra la disputa. El objetivo no es destruir al oponente y sus posesiones per se, sino alcanzar un objetivo determinado (la toma de una compañía, el asesinato de un señor valioso o la renuncia de una importante figura política, por ejemplo) con la mayor eficacia y precisión posibles. El fin de cada bando suele ser elegido por el "arbitro", siendo el vencedor el primero que lo alcance. Las Guerras de Crepúsculo dan pie a numerosas apuestas entre los demás Kuei-jin, pudiendo alcanzarse cifras astronómicas.
• La Guerra de Medianoche es más brutal, una venganza en la que cada bando emplea cualquier táctica necesaria para eliminar al otro, sin dar cuartel. Deben declararse abiertamente frente a un importante Ancestro; el único modo honorable de terminar una guerra así después de su declaración es enfrentarse al Ojo del Cielo.
Enfrentarse al Ojo del Cielo
Los mandarines Kuei-jin son extraordinariamente ingeniosos a la hora de pensar castigos, por lo que los transgresores suelen soportar siglos de tortura. Sin embargo, el castigo más común y más severo para los traidores y los malvados es el conocido como Enfrentarse al Ojo del Cielo. Consiste básicamente en atar al criminal en el exterior, dejándolo a merced del sol. Como muchos Kuei-jin pueden aguantar la luz diurna mucho más tiempo que los Vástagos, estos significa que la ejecución es deliciosamente larga y dolorosa.
Es posible someterse voluntariamente a esta tortura para expiar la vergüenza o para mostrar una protesta desesperada (esta costumbre era más común entre los Kuei-jin japoneses de la época de los samurái, pero ha pervivido y se ha extendido por el Reino Medio). El vampiro suicida se sienta mirando hacia el oriente con las piernas cruzadas hasta que sale el sol. Mientras observa a su destructor, compone y recita un poema conmemorando su Muerte Definitiva (y su resistencia contra la naturaleza de la ola). Los Kuei-jin que mueren de forma elegante, sin mostrar miedo ni dolor, reciben un gran respeto póstumo. Algunos dicen que renacen como mortales o como espíritus.
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