La Historia de los Gitanos

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Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
-Apocalipsis 2:7, "La Biblia".

Pasa, pequeño, pasa. No tienes por qué arañar la puerta como un perrito callejero pidiendo las sobras de la comida. Eres un Rom y las Sangres de la eras corren por sus venas. Ah, ya veo que mi vulgaridad te ha sorprendido. Esta noche hablaremos de cosas mucho más sorprendentes que los fluidos corporales. Esta noche aprenderás mucho más sobre tu herencia de lo que la mayoría de los nuestros saben ahora o se preocupan por recordar. Los jóvenes se distraen demasiado a menudo con lo que mi tataranieta llama "el neón y el flash", y no ven más allá de lo evidente. Pero, no importa, cuando llegue el momento todos haremos lo que estamos llamados a hacer. Tú también, pequeño.

Tráeme esa manta de allí del rincón... Sí, esa. Ahora siéntate y empezaré de verdad. ¿Estás cómodo? Bien. No lo estarás durante mucho tiempo. Somo un pueblo antiguo y tenemos muchos clanes. Nuestro pueblo ha viajado por el mundo. Hemos presenciado la ascensión y la caída de innumerables civilizaciones, grandes y pequeñas, pero siempre hemos permanecido apartados en nuestro camino. Los gajes a menudo nos acusan de no se más que ladrones y artistas de la estada, pero es sólo porque creen que pueden "poseer" algo realmente para siempre. Nosotros sabemos que nadie posee nada de verdad, así que simplemente cogemos cosas prestadas durante algún tiempo. Últimamente han intentado hacer que nos asentemos y formemos parte de su cultura sedentaria. A veces nos obligan, a veces recurren a nuestra tentación y a menudo se valen por la fuerza bruta. Esto sólo es un intento sutil de destruirnos. Hitler y los suyos, y otros como él, eran más directos. Sin embargo, aunque nos masacraron a miles, no pudieron destruir a los Rom.

¿Por qué nos odian y nos tienen miedo? ¿Por qué desconfían tanto de nosotros los gajes? Desde luego, tienen más que temer de su propia gente que de nosotros. Es porque sienten que somos diferentes, poderosos. Al final, la Sangre es lo que nos hace ser lo que somos: guardianes de la sabiduría. Quieres interrumpirme y hacer preguntas. Eso es bueno. Pero ahora tienes que ser paciente y dejar divagar a esta anciana. Si escuchas con atención aprenderás mucho esta noche y puede que mañana vuelvas con tus preguntas. Es cierto que las he oído antes. Los Phuri Dae, nuestro clan, son los guardianes verdaderos de la sabiduría entre los Rom. Hemos honrado la magia de nuestra Sangre, aprendiendo más que otras familias sobre el futuro y el pasado. Somos los verdaderos guardianes de la sabiduría y la tradición; aunque muchas otras familias también son responsables de ellas en gran parte.

¿Sabías que nuestra familia lleva el nombre de la madre de los Rom? Así es. Se llamaba Daenna. Incluso hoy en día, "Dae" significa madre en la mayoría de los dialectos del romaní. Ella fue la madre de todos nosotros y ahora escucharas su historia. Daenna era una mujer tremendamente hermosa, tanto en lo físico como en lo espiritual. Era fuerte, alta y tenía una mente tan afilada como la hoja más cortante. Vivía en una de las primeras ciudades que se construyeron, un gran lugar de edificios brillantes y gente alegre. Una noche, Daenna conoció a un hombre alto con ojos que brillaban como diamantes y muy inteligente. Pronto se hicieron muy buenos amigos y más que eso. A pesar de que él podría estar con cualquier otra mujer de la ciudad, Daenna era la que más lo intrigaba. Así, el hombre, llamado Dracian, colmó a los padres de Daenna con las mejores sedas y especias y los dos fueron como uno sólo.

La mañana de su boda, el único hermano de Daenna se encaró con ella, diciendo que no confiaba en el atractivo novio que la había comprado tan fácilmente a su familia. Con una sonrisa, Daenna abrazó a su pequeño hermano, Sarrath, que todavía era sólo un niño. Avergonzado de sus lágrimas y con tremenda furia, Sarrath se apartó de su hermana. Al pedirle a esta que se quedara en casa, hubo palabras encendidas. Daenna por su parte, pidió a su hermano que fuese razonable y aceptase su amor por Dracian. Al darse cuenta que Daenna no estaba dispuesta a cambiar de opinión, Sarrath declaró con grandes voces que no podía permanecer en la casa de sus padres, ni en la misma ciudad si no era con Daenna. "Ven a vivir con nosotros, entonces" le desafió Daenna, pero los ojos de Sarrath la miraron con tal miedo y rabia que tuvo que apartar la vista. Cuando se volvió, Sarrath ya no estaba. Daenna tenía la esperanza de que volvería pronto, pero esto no sucedió. Aunque la familia lo buscó durante meses no encontraron señal alguna de Sarrath.

A pesar del extraño arranque de furia de Sarrath, la ceremonia de unión siguió adelante. Dracian llevó a Daenna a su hogar, una finca palaciega de piedra tallada. Esa noche, la noche de su boda, Dracian se acercó a Daenna y se sentó junto a ella sobre las almohadas de seda del dormitorio. Inclinándose sobre el cuerpo perfumado de esta, Dracian comenzó a susurrarle secretos al oído. Durante esa noche y las que siguieron, Daenna aprendió muchas cosas sobre Dracian. Sin embargo, este no le contó lo que ella esperaba oír. En lugar de esto, Dracian le habló entre susurros sobre su muerte y su renacimiento, ya que era uno de los shimulo, los vampiros de los cuales, unos pocos vivían en la ciudad. En aquel tiempo antiguo, los vampiros y los mortales vivían juntos en paz, no como en la actualidad. Tras conocer cuál era la naturaleza de su amado, Daenna le dejó voluntariamente beber su sangre. Sin embargo, ella nunca bebió la de él, por muchas veces que este se la ofreciera. Incluso ya por aquel entonces, en los comienzos, los nuestros ya conocían bien la potencia de la Sangre.

Dracian le enseñó muchas cosas a Daenna: le habló de los hombres lobo, de las hadas y de los fantasmas de los difuntos, que aún permanecen junto a los que residen en el mundo viviente. También le habló de la magia y de la ciencia. Daenna aprendió todas estas cosas y más. Se dice que el eco de sus conversaciones y discusiones resonaba en los pasillos de mármol de toda la casas desde el atardecer hasta el amanecer. A Dracian le fascinaban especialmente los experimentos diseñados para controlar sus necesidades físicas y sus deseos. Por aquel entonces, igual que hoy en día, muchos vampiros intentaban alcanzar un estado de paz, en el que pudiesen vivir en paz con la bestia que acechaba sus almas. Sin embargo, a lo largo de los años, Dracian había descubierto una forma de hacer algo que nadie más, mortal o inmortal ha sido capaz de repetir desde entonces. Mediante métodos esotéricos e intelectuales, Dracian creó un árbol.

No te rías pequeño. No era un árbol corriente lo que había creado, como un arce o un pino, aunque a ver si tú eres capaz de crear una sola brizna de hierba de la nada. No me he equivocado al decir que creó un árbol. Este árbol era el más hermoso, el más perfecto jamás creado y un día, Dracian le enseñó el árbol a Daenna. En medio del jardín, entre las palmeras inclinadas y las flores perfumadas, Daenna contempló largo y tendido el árbol maduro del que Dracian estaba tan orgulloso. Sus ramas retorcidas estaban adornadas con hojas delicadas como plumas, del color de la espuma de mar, atravesadas de venas doradas. La corteza era áspera, pero daba una impresión de transparencia y delicadeza que a Daenna le recordaba las alas de la libélula. El árbol era la encarnación de la vida y la sabiduría, en toda su edad y belleza.

Al acercarse, la madre de todos nosotros advirtió un fruto solitario de color dorado, protegido y rodeado por la hoja más grande, al igual que una madre aprieta a su bebé recién nacido contra su pecho para darle de mamar. Su color dorado era tan fuerte y verdadero que la fruta vibraba. A Daenna se le hacía agua la boca al contemplar durante largo tiempo la perfección de la madurez de la fruta. Daenna alargó instintivamente la mano para coger la hermosa fruta. Con la velocidad propia de los de su especie, su marido vampiro atrapó su mano y le hizo darse la vuelta mirando hacia él. El rostro alabastro y los ojos de diamante de Dracian miran a Daenna a los ojos al hablarle de la Fruta del Árbol de la Sabiduría. Ni siquiera nosotros, los Phuri Dae, sabemos mucho sobre lo que Dracian le contó a Daenna de este árbol maravilloso, pero a continuación te enseñaré lo que sabemos.

Dracian explicó a Daenna que el fruto único que maduraba en el árbol pronto sería suficientemente poderoso como para aliviar su sed perenne de sangre. Su cuerpo y su alma se verían libres del hambre poderosa de la bestia que vivía en su interior. Dracian también le habló a Daenna de los otros poderes u habilidades que obtendría al ingerir la fruta. Desgraciadamente, no sabemos exactamente de qué poderes habló Dracian aquella noche, pero podemos deducir algunos basándonos en nuestra experiencias como Rom. Al oír estas noticias fabulosas, Daenna derramó lágrimas de alegría y asombro por su marido. Ella y Dracian pasaron el resto de la noche acurrucados en el suelo, cubiertos por sus capas, hablando sobre el futuro.

Al derramarse los primeros rayos del amanecer sobre la pared del jardín, Dracian se hundió en la profundidad de la tierra oscura para dormir al lado de su árbol hasta que la noche y las sombras volvieran a tomar posesión del jardín. Tumbada, mirando hacia la tierra en la que descansaba su amado, Daenna se entretuvo sintiendo el frescor del jardín, escuchando el ruido del agua de las fuentes y el trino de los pájaros que se posaban en los árboles. Fue entonces cuando escuchó débilmente los primeros sonidos de una pelea. Los insultos, gritos, estocadas y golpes sordos entremezclados era un presagio de la destrucción del mundo pacífico y sereno de Daenna y las primeras punzadas de dolor al nacer una nueva época. Nuestra madre no tuvo tiempo ni de entrar en la casa antes de que sonaran los primeros golpes en la puerta de madera que separaba al jardín de la carretera. Durante un momento que pareció una eternidad, el terror se apoderó de Daenna y se quedó inmóvil, tan incapaz de moverse como Dracian. Con horror y fascinación, Daenna vio como empezaban a aparecer grietas en la puerta y su cuerpo se agitaba con cada golpe.

En ese momento, según se cuenta, el viento sopló suavemente, haciéndola notar el perfume dulce y liquido del Árbol de la Sabiduría. Al darse cuenta de que nadie más debía poseer el inmenso poder del árbol y su fruta, Daenna la arrancó cuidadosamente y la guardó en uno de los bolsillos de su falda. Después cogió una de las antorchas que permanecían encendidas en la pared del jardín y se detuvo por un momento dirigiendo involuntariamente los ojos hacia el lugar donde reposaba su marido inmortal, antes de prender fuego al Árbol de la Sabiduría. Al empezar a arder las delicadas ramas, brillando ante sus ojos, Daenna se alejó lentamente de la destrucción del trabajo de su marido de muchas vidas de esfuerzo perdidas en unos pocos instantes de llamas. Daenna se volvió y corrió a ocultarse en las sombras del arco de la entrada de la casa antes de que la puerta del jardín cediese a la violencia de los golpes. Abriéndose paso hasta la cocina, Daenna buscó un lugar donde esconderse. Ya podía oír las voces de los extraños que perturbaban la frágil tranquilidad y la intimidad tapizada de su hogar. 

Al adentrarse en la casa, Daenna atravesó con paso ligero la fría piedra del suelo del pasillo hasta llegar a sus aposentos. Tras cerrar bien y asegurar la puerta, nuestra antecesora comenzó a reunir unos cuantos objetos que llevarse con ella en su huida. En ese preciso momento vio al animal que esperaba junto a su cama. Con los latidos de su corazón martilleando en sus oídos, Daenna se preparó para luchar con el enorme lobo que se elevaba de sus enormes extremidades para atacarla. Las gigantescas fauces de la bestia y su pelo oscuro, cubierto de sangre, aterraron a Daenna, pero ella no retrocedió. Sin embargo, cuando el monstruo se elevó para desgarrar su garganta, cambió de forma. Sus extremidades fluyeron como la mantequilla en una cacerola y se convirtió al mismo tiempo en algo menos y en algo más: en un humano. Sofocando una exclamación de sorpresa, Daenna observó al hombre alto que la miraba ahora, con lágrimas que ella nunca hubiese esperado ver corriendo por sus carrillos peludos, ya que enfrente de ella se encontraba su propio hermano Sarrath. Había desaparecido diez años antes, pero no cabía duda de que se trataba de él.

Los minutos fueron largos mientras Sarrath le contaba a Daenna la historia de su descubrimiento, rechazó y temor y cómo había llegado a aceptar con dificultad su legado. Daenna no tuvo tiempo de pedir detalles a su hermano ya que el ruido de gente buscando cada vez sonaba más cerca de los hermanos reunidos. Sin embargo, no pudo evitar preguntarle dos cosas: ¿cómo la había encontrado y qué hacía allí? Sarrath se acercó a su hermana tanto que esta pudo notar su olor a acre penetrante y le explicó como la había buscado por las calles de la Ciudad de Marfil. Al cabo de un tiempo consiguió encontrarla, pero no quería acercarse a la esposa de un shimulo, ya que los vampiros y los hombres lobo ya estaban en lucha en aquel tiempo. Por aquel entonces, los amos shimulo de la ciudad estaban matando hombres lobo impunemente. Sarrath quería ahorrarle a Daenna la angustia de tener que verle a él o a Dracian morir a manos de otro.

Como respuesta a la segunda pregunta, Sarrath le contó a su hermana cómo se había hecho amigo de ciertos soldados que trabajaban para Amriat, un poderoso vampiro. Amriat sabía que la ciudad pronto sería presa del caos y que Dracín estaba cerca de alcanzar su objetivo de crear una fruta única que proporcionaría un poder inimaginable hasta la fecha. Por esto, Amriat ordenó a sus soldados que atacaran al amanecer de ese día. Al saber que los soldados atacarían y asesinarían a Daenna, Sarrath decidió acudir en su ayuda. Al contar su historia, los recuerdos infantiles volvieron a Daenna. Sarrath era su familia y debía confiar en él. Nada importaba más que este hecho tan sencillo. De esta forma, Daenna condujo a su hermano hacia la escalera secreta que conducía hacia los subterráneos sobre los que se asentaba la Ciudad de Marfil. Escaparon por poco.

Sarrath llevó a Daenna al lugar donde vivían sus primos lejanos, donde él había vivido cuando volvió a la ciudad. Estos primos, parientes de los hombres lobo, algunos de los cuales eran Garou ellos mismos, darían refugio a los hermanos perseguidos hasta que cesara la violencia. Daenna y Sarrath llegaron así a la pequeña casa de ladrillo y barro de sus primos, donde pasaron la noche. Cayéndose de cansancio, durmieron juntos al calor del fuego, espalda contra espalda, como es debido. Daenna se quedó dormida oyendo la respiración suave de su hermano, lo que resultaba extraño para ella, acostumbrada a apoyar la cabeza contra el pecho silencioso de su amado shimulo. Desgraciadamente para Daenna y Sarrath, no había amanecido todavía, cuando los gritos de los soldados comenzaron a resonar por todo el vecindario. Amriat se había enfurecido porque sus soldados no habían sido capaces de encontrar más que los restos ennegrecidos del árbol y les había ordenado registrar la ciudad casa por casa. ¡Ah! ¡Cuanta maldad! No es de extrañar que amria signifique maldición en nuestra lengua, ya que Amriat fue desde luego una maldición para nuestra madre.

Como muchos desafortunados descubrieron más tarde, había soldados apostados a las puertas de la ciudad para detener a los primeros que intentasen huir de lo que pronto se convertiría en el primer lugar de destrucción masiva. Como suelen descubrir los que viven rodeados de muros, lo que se denomina protección, se convierte demasiado rápidamente en prisión. Antes de que Daenna, Sarrath o sus primos pudiesen siquiera incorporarse, la puerta se abrió y algunos soldados irrumpieron en la entrada. Sarrath interpuso instintivamente su cuerpo enorme entre su hermana y los extraños. Daenna oía el gruñido grave de desafío que surgía de la garganta de Sarrath mientras ella buscaba desesperadamente la fruta dorada en su falda. Al encontrar el tesoro, Daenna lo sacó de su bolsillo. Mientras los soldados ordenaban buscarlo, Daenna miró por última vez la fruta que brillaba con luz tenue. La piel de esta parecía casi líquida en su belleza iluminada por el fuego. Daenna la partió en dos con sus dedos y extrajo cinco semillas de su carne surcada de venas plateadas. Tras guardarlas en un guardapelo que llevaba a la altura de su corazón, Daenna se llevó la Fruta del Árbol de la Sabiduría a los labios y saboreó su gloria. Una vez la probó, la devoró con rapidez y al unirse la Fruta del Árbol con la carne de nuestra madre, nacieron los Rom.

No he oído a ningún narrador o cuentacuentos intentar describir lo que debió sentir Daenna cuando la fruta hizo arder su esplendor dentro de su cuerpo y de su alma. Ni siquiera Ellen la Negra, que sabe cómo hacer sentir a los que la escuchan al calor de las llamas o el dolor de una pérdida con unas pocas palabras, se atrevería a intentar describir ese momento. Es algo más allá de todas las palabras, algo incomprensible. Mucho más tarde, Daenna despertó en los brazos de su hermano, que la transportaba a través de las multitudes apelotonadas que intentaban escapar de la ciudad. Al contemplar la desesperación silenciosa de esta gente, Daenna quiso que se moviesen, que fuesen libres. Y lo fueron. Con una sola voz, los habitantes de la ciudad se alzaron hacia las puertas de esta, llenos de pasión y fuerza repentinas, gracias a su deseo de libertad.

Desde ese día en adelante, Daenna y Sarrath nunca dejaron de viajar. A lo largo de los años, Daenna eligió a otros que habrían de unirse a ellos. Daenna vivió muchos años, tanto como la mayoría de los shimulo, según dicen y fue la madre de, según algunos, diez, y según otros, diez decenas de Gitanos. Cada uno de estos hijos era especial, ya que en cada uno ardía la misma Sangre apasionada y mágica de su madre. Muchos de ellos poseían habilidades fantásticas, aunque ninguno fue tan poderoso como Daenna. Un día, Daenna, todavía hermosa y joven, apartó a una de sus tataranietas en un rincón y le enseñó el guardapelo y las Semillas. Le explicó que los Gitanos eran los guardianes de las Semillas de la Sabiduría y le ordenó cuidar de ellas, llevándolas siempre junto a su pecho.

Daenna enseñó a sus sucesores muchos de los caminos de la magia y el uso de la Visión. Les habló de la misma manera en que Dracian solía hablar con ella, y sus hijos escucharon y aprendieron. Cuando creyó que ya nos había enseñado todo lo que necesitábamos, nos dejó. Adónde fue sigue siendo un misterio hoy en día. Tal vez siga viviendo, tan perenne e inmortal como las hadas y los vampiros más poderosos. Tal vez regrese algún día para enseñarnos de nuevo todos los numerosos secretos que hemos perdido. Aún a pesar de estas pérdidas, seguimos sabiendo más que nadie sobre el funcionamiento del mundo en todos sus numerosos niveles.

A lo largo de los siglos, los Gitanos hemos crecido como pueblo, pero siempre hemos viajado. Los demás sintieron lo que hay de extraño en nosotros, la magia de nuestra Sangre y les dio miedo. Todavía tienen miedo. Hoy en día somos muchos, pero las familias se han separado y pocos recuerdan todas o la mayoría de las lecciones que antaño conocimos tan bien. Sin embargo, todavía poseemos una gran sabiduría. Desgraciadamente, muchas de las familias más puras de entre nosotros han comenzado a luchar entre sí, pero no todos los miembros de las familias están a favor de estos enfrentamientos. Nuestro verdadero futuro está en los jóvenes, todos los jóvenes Rom, ya que todos somos de la misma familia, de la misma madre y de la misma sangre. Pase lo que pase, debes recordar esto pequeño, o traicionarás a tu linaje y te convertirás en un marhime, un impuro. Ahora estoy cansada y necesito dormir. Piensa en estas verdades cuando te vayas a la cama y sigue soñando con ellas, pero primero remueve las brasas del fuego. 

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