Durante los periodos del kôa, el ré y el na tou la hoja del Dharma se pliega diez mil veces; la fase suru'a marca el ascenso del Kuei-jin a la vida adulta. Tras convertirse en jina, asume una posición en las filas de la sociedad. Aunque pueda seguir muy vinculado a lo terrenal, su comprensión le lleva a sumir mayores responsabilidades, a liderar a aquellos en su territorio y a enseñar el Camino a los jóvenes Kuei-jin. Convirtiéndose en uno con su cargo, el monstruo logra ascender al rango de mandarín, quizá de Ancestro. Muchos vampiros terminan aquí su viaje, quedando sus largas uñas como testimonio de su sabiduría.
Sin embargo, algunos siguen inquietos: las Cien Nubes brillan en lo alto del Monte Meru. En esta fase, casi todos los Kuei-jin saben que la Tierra es una ilusión, pero mucho aún sirven a la sombra de la linterna: los sabios de la sangre van mucho más allá, apartando sus poderes, deberes y títulos para perseguir otras cosas más efímeras. Las lecciones que buscan son demasiado esotéricas como para describirlas: un koan Zen es un trozo de granito comparado con los misterios perseguidos por los grandes inmortales. Mientras las ciudades humanas llenas de Monos Corredores cantan al son de los mandarines y los ancestros, los aspirantes a bodhisattvas trepan las faldas inexistentes del Monte Meru y dejan todo lo demás atrás.
Las Cien Nubes
Las más altas cimas del Dharma son tan invisibles como las gotas de agua en una nube, tan indescriptibles como el aroma de la noche. Un vampiro debe existir durante varias vidas mortales antes de que las sublimes verdades de las Cien Nubes se hagan evidentes. Hasta entonces debe recitar los sutras, hablar con los koan y dominar los elementos sin saber exactamente lo que está haciendo.
"Las Cien Nubes" son un concepto metafórico para describir la paz definitiva, el estado trascendente en el que hasta las obligaciones del Cielo son dejadas a un lado. Las Nubes no son poder, aunque los Kuei-jin menores podrían considerarlas así, no son ilusiones, aunque así puedan creerlo aquellos que no las comprenden. Al unirse a las Cien Nubes (los sabios saben que se trata solo de un símbolo) un Kuei-jin alcanza el umbral de la divinidad, pero espera para guiar a otros hacia esa puerta.
Como las brumas que las forman, las Cien Nubes son intangibles. No hay sutra que pueda contener su esencia, y ninguna lección puede impartir sus verdades. Se ha dicho que un Kuei-jin que logra este estado deja de ser un vampiro... o se convierte en el vampiro definitivo. Puede que ambas cosas sean ciertas. Como dijimos, los dioses no hablan al respecto y las laderas del Monte Meru son muy empinadas.
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