Cuando un Kuei-jin llega a las fases finales de su Dharma se retira del mundo, de la política y de la sociedad y comienza a vivir como un asceta conocido como bodhisattva. Estas criaturas están principalmente dedicadas al fin de sus Dharmas y de su existencia física, aunque casi todos permanecen en el Reino Medio durante varios siglos más, instruyendo a Kuei-jin menores y sirviendo como ejemplo del comportamiento correcto.
Hacia el final de sus Dharmas, los bodhisattvas logran la comunión con los mundos del espíritu: experimentan contactos frecuentes con Kuei-jin históricos, Grandes Ancestros, los Mundos del Yin y el Yang e incluso los Reyes Yama, a los que muchos bodhisattvas creen poseedores de las respuestas necesarias para trascender el plano físico.
Solo cuando un Kuei-jin alcanza estas fases finales de su Dharma su conciencia se abre al diálogo con los ancianos (Zao-lat, el Imperfecto, denominó "Suspiro" a este estado). Son pocos los Kuei-jin que alcanzan el rango de bodhisattva; el proceso lleva siglos, incluso milenios y casi todos los vampiros encuentran la Muerte Definitiva o sucumben al P'o mucho antes de llegar a esta fase. Los que lo logran son criaturas enormemente poderosas (se las puede equiparar a los Matusalenes) y se les reverencia casi como a dioses. Algunos son temidos y con razón: los bodhisattvas que siguen el Dharma del Tigre Diablo, por ejemplo, han pasado varios siglos perfeccionando la senda de la monstruosidad... y se nota. Sin embargo, hasta el más salvaje y homicida de los "iluminados" es respetado antes que repudiado, aunque siempre desde una distancia prudencial.
Aunque casi todos los bodhisattvas llevan vidas solitarias lejos de la civilización, unos pocos se congregan en comunidades remotas. La más famosa alberga a los maestros espirituales del Monasterio Shaolin en la China Central, todos ellos bodhisattvas. Además de encargarse de su Dharma, estas criaturas actúan como líderes espirituales de los Kuei-jin, recibiendo a cualquier vampiro que quiera realizarles alguna pregunta. Algunos mantienen por motivos sentimentales (aunque estos sentimientos suelen verse como debilidades) lazos estrechos con el Ancestro de la Corte a la que pertenecieron. Aunque están a disposición de cualquier Kuei-jin que quiera hablar con ellos, su fuerza espiritual innata puede ser arrolladora, incluso terriblemente dolorosa, para los vampiros más jóvenes.
La existencia del bodhisattva termina cuando se convierte en arhat, un término que simboliza la culminación del viaje por el Camino de Vuelta. Ha habido muy pocos arhat en la historia milenaria de los Kuei-jin. Son los bodhisattvas que han completado totalmente sus Dharmas, discerniendo su lugar en el Gran Ciclo. Han trascendido su hambre insaciable y viven el resto de sus vidas como ermitaños antes de que su esencia se reúna con el Gran Ciclo. Los arhats son los Budas y los hombres santos de la sociedad Catayana. Para muchos Kuei-jin son la prueba no viviente de que sus existencias vampíricas tienen un sentido. Desprenderse de la maldición kármica y reunirse con el Gran Ciclo es la principal y más importante tarea de un Kuei-jin. Los arhat son el testamento del valor de su Dharma y de su lugar en la Tierra. Los bodhisattvas creen hablar con ellos en sus meditaciones, recibiendo guías y consejos.
En muchos sentidos, los arhats ostentan la importancia social y el respeto que los Vástagos conceden a los Antediluvianos. Sin embargo, al contrario que esos terribles Cainitas, los arhat Kuei-jin no interfieren en absoluto de la sociedad vampírica. Han terminado su travesía por el Reino Medio y ahora pertenecen a las Edades y al Gran Ciclo.
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