Cazadores de Brujas
La Estirpe recuerda los Tiempos de las Llamas. Antes de que sectas como la Camarilla y el Sabbat existieran, los Cainitas pertenecían a un mundo supersticioso habitado por campesinos ignorantes, clérigos corruptos y una aristocracia decadente. En aquella época de miseria y suciedad, pocos Cainitas encontraban razones para respetar la Tradición de la Mascarada, asumiendo que la humanidad ya tenía suficiente con sus propios problemas sociales como para preocuparse de los vampiros y que serían impotentes para resistirse a nivel local a señores feudales de un origen decididamente más sombrío. La venganza de los mortales fue rápida y sangrienta. Los agentes de la Iglesia no tenían deseos de ver a su rebaño atormentado por bebedores de sangre servidores del Adversario, y los nobles de la época protegían su autoridad celosamente.
La Inquisición, un organismo de la Santa Iglesia encargado de eliminar la herejía, asumió la tarea de erradicar el flagelo de los Condenados. A lo largo de toda Europa, los vampiros se vieron acorralados en sus refugios, encadenados y arrastrados ante el Inquisidor o directamente quemados en el momento. El caos subsiguiente desembocó en la Guerra de las Edades, a medida que los ancianos acorralados sacrificaban a los neonatos para poder ganar tiempo mientras que astutos ancillae dirigían los fuegos de la Inquisición contra las puertas de sus sires por las mismas razones. Algunos miembros de la Estirpe afirman que de las cenizas de estos fuegos se elevaron las torres de marfil de la Camarilla y las alas de fénix del Sabbat. ¿En estas noches, quien puede decir cuánto hay de verdad y cuanto de mito en esta historia secreta? Lo cierto es que entre los mortales existen aquellos que, ya sea bajo el celo de la Iglesia, la justicia de los gobiernos o la insaciable sed de conocimiento por lo oculto, buscan a la Estirpe por sus propios motivos.
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