La Sangre de los Gitanos los hace diferentes de los demás humanos que pueblan la tierra. Los Rom son tan conscientes de esta distinción que no mencionan la Sangre a no ser que se encuentren entre parientes Gitanos y sólo cuando el asunto sea importante. La Sangre de Daenna y el poder de la Fruta del Árbol de la Sabiduría bullen dentro de cada Rom en mayor o menor grado, pero siempre. Muchos Gitanos mayores afirman ser capaces de distinguir a un Gitano a medio kilómetro de distancia o más sólo por la forma de andar. Un Gitano no se siente la sangre individualmente, sino que la sienten todos los suyos. Esta conexión se refuerza cuando varios Gitanos se reúnen, hasta el punto de que el aire chisporrotea y zumba de energía.
Puede que sea esta aura la que aparta al gaje de los Gitanos, especialmente de aquellos que poseen un poder verdadero. Hace mucho tiempo, los Gitanos descubrieron que las energías mágicas de su Sangre se podían combinar y canalizar, convirtiéndose en un instrumento de mayor poder al enfocarse a través de uno de ellos. Se dice que el primer grupo de Gitanos que hicieron esto se habían visto perseguidos hasta llegar a campo abierto en Turquía por un grupo de turcos dedicados al exterminio de todos los Gitanos en general y de ellos en particular. Subieron más y más por los montes hasta llegar al propio monte Ararat. Agotados y heridos, los cinco Gitanos llegaron tambaleándose a una pequeña cueva, demasiado cansados como para continuar. Por detrás y por encima de ellos, oían el estruendo de los cascos que anunciaban su próximo final.
En ese momento, Kordin, un Gitano hábil en la Danza de los Cuchillos anunció que intentaría llevarla a cabo, aunque le dolían todos los músculos terriblemente y sólo tenía la daga que utilizaba para comer. Los otros cuatro miembros de la kumpania se levantaron y le susurraron palabras de aliento. Cuando Kordin se preparaba para abandonar la cueva, Zerba, la mayor de todos y amante de este, cogió su daga por la hoja, cubriéndola así con su propia Sangre. Al hacer esto, le dijo a Kordin que la fuerza de su Sangre le acompañaría al combate. El resto de los miembros de la kumpania hicieron lo mismo, cubriendo la hoja de sangre y haciendo un juramento a Kordin. Este también tomó parte del ritual, cubriendo la daga con su sangre. Al hacer esto, sintió una fuerte oleada de placer y poder que le invadía. Abandonó la cueva y su kumpania se dirigió hacia los turcos.
De aquella batalla entre un Gitano y veinte turcos, ninguno de estos regresó. La Danza de los Cuchillos nunca antes se había ejecutado con precisión y gracia tan letales. El propio Kordin siempre afirmó no recordar nada de la batalla, más que su propia voz cantando "El cerdo cebado y los dos toneles de vino", una alegre canción Romaní de fuego. De esta forma, se descubrió según se dice, la habilidad de la Sangre para aumentar sus poderes en sí misma mediante el uso de Focos de Sangre.
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