Rito de Iniciación del Arcanum

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El Camino sigue y sigue
Desde la puerta donde empezó,
Ahora se extiende a lo lejos,
Caminando con ávidos pies;
Hasta que se una a otros más grande
Donde se encuentran muchos caminos y viajes.
¿Y adónde entonces? No puedo decirlo.
-J.R.R. Tolkien, "El camino sigue y sigue".

Ahora estoy sentado ante una ventana, observando el Laberinto de Setos y los jardines que ocupan los terrenos traseros de la casa: con la llegada del invierno, los jardines están muertos y de color pardo, pero puedo imaginar su belleza en primavera. Me siento como si hubiera pasado a otro mundo, otra era. El Laberinto me atrae... espero poder recorrerlo mañana. 

Acabo de tomar un té de hierbas tardío con mis compañeros Neófitos en un salón del tercer piso y he tenido una breve oportunidad de conocer a los Neófitos de otros Capítulos. Parecen un grupo agradable y espero trabajar con ellos en el futuro. Un Neófito me dijo que había oído que Geoffrey sería nuestro Mistagogo de la Iniciación, quién nos iniciaría en los secretos del Arcanum. La Iniciación es mañana. Me pregunto qué esperar. Aguardo el día con una especie de amodorrada anticipación, pues el cansancio de nuestro largo viaje finalmente empieza a cobrarse su precio. Mi habitación está fría y llena de corrientes de aire; el fuego del hogar hace poco para disipar el frío que se adueña de mis huesos. El Laberinto me atrae. Espero poder recorrerlo mañana.

***

Estaba recorriendo el Laberinto, desnudo, mis pies pisando perezosamente de la blanca manta nevada que cubría la tierra. Era de día, aunque el vacío cielo gris no ofrecía calor ni consuelo. Vi a lo lejos la Casa Fundacional, sus torres alzándose a través de la niebla. ¿Cómo había llegado al Laberinto? Continué mi camino, girando a derecha e izquierda, mientras ignoraba algunas intersecciones como si conociera la tura de antemano, con los pies helados y el cuerpo estremecido de frío. Por fin salí del Laberinto y me encontré no ante Vannever Hall, sino al borde de un precipicio. A mi espalda, el Laberinto había desaparecido y sólo podía ver un desierto. Contemplando el precipicio, supe que era un sueño; la tierra empequeñecía allí abajo, oscura y lejana. Consciente de que sólo podía ir hacia delante, de que detrás sólo había un erial, di un paso, quizás esperando encontrar apoyo en el aire diáfano. Caí a plomo y grité. Entonces, llegó el Búho, volando hacia mí. Seguro me rescata, pensé. Sus garras y pico rasgaron mi carne, desgarrando y mordiendo. Mi sangre fluyó libremente de mi piel desollada. El dolor era insoportable. Y mi mutilado cuerpo seguía cayendo. 

"¿Qué buscas?" Preguntó el Búho.
"¡Las respuestas!" Grité.
"¿Qué buscas?" Repitió. Aun estaba cayendo, el suelo no se acercaba, pero mi miedo crecía. El Búho metió el pico en mi boca arrancándome la lengua. "¿Qué buscas?" Preguntó de nuevo.
"Las preguntas" Respondió mi forma sin lengua.
Y entonces yo era el Búho y volé...

***

Al despertar estaba desnudo, en un ataúd. Apenas podía moverme y no veía nada, pero supe que era un ataúd. Intenté golpear la tapa de madera, arañar los lados, pero casi no podía moverme en aquel angosto espacio. ¿Qué había pasado? ¿Acaso había droga en nuestro té? ¿Qué hora era? ¿Dónde estaba? La tapa del ataúd se levantó y me incorporé en una relativa oscuridad: pude ver que estaba en una gran caverna, llena de hombres y mujeres cubiertos con el manto negro del Arcanum. Me encontraba en una especie de isla con los demás Neófitos: todos estábamos desnudos. La Isla estaba rodeada de agua, cuya lánguida superficie reflejaba las luces de los Arcanistas de la orilla opuesta. En nuestra isla había otros Arcanistas, abriendo los ataúdes y liberando a mis Hermanos. Cuando todos hubimos emergido, una figura salió de entre la multitud, acercándose a nosotros a través del agua.

"Nuevos Hermanos del Arcanum, habéis muerto y renacido. Ahora purificaos y uníos a nosotros" Era Geoffrey, que señaló a las aguas.

Vacilando por si era profunda, nos zambullimos en la superficie. El agua me llegaba a la mitad del pecho y la vadeamos, algunos ayudando a los que todavía estaban aturdidos también. Probablemente nos habían drogado. Al salir de las frías aguas, fuimos recibidos por Iniciados que llevaban calientes toallas turcas para secarnos y gruesos mantos con los que cubrirnos.

Somos el Arcanum.
Cazamos de Noche.
Buscamos el conocimiento perdido, las cosas ocultas y los caminos secretos.

Rito de Iniciación (20 Aniversario)

Los nuevos reclutas del Arcanum reciben el título de Neófitos una vez que aceptan la oferta de unirse, pero no se los considera realmente parte de la organización hasta su Iniciación. Un grupo de ellos se reúne en la Casa Fundacional para encontrarse con el Gran Canciller y asimilar el auténtico peso histórico y de conocimiento que posee el Arcanum. Cuando llegan, se les dice que la Iniciación tendrá lugar al día siguiente y será dirigida por el Mistagogo de la Iniciación (una posición que no es permanente; a cualquier miembro de la orden se le puede solicitar dirigir el ritual). Esa noche, a los iniciados se les invita de manera informal a disfrutar del salón de la cuarta planta. Sólo ellos y el personal de servicio están allí, y a los Neófitos se les concede algo de tiempo para hablar entre ellos. 

En ese momento, la Iniciación ha comenzado: la comida y la bebida están adulteradas con un poderoso alucinógeno y un ligero narcótico. Sueños surrealistas inundan sus mentes. Un Neófito habló de un vasto laberinto y un búho que lanzaba desafíos mientras atacaba su carne. Estos sueños son tal vez la parte menos placen- tera del ritual ya que, cuando despiertan, cada uno está solo y desnudo en un ataúd de madera. Los iniciados siempre gritan y arañan la tapa tratando de salir según desaparece el efecto de las drogas y el horror de morir dentro de un ataúd llena su mente.

Sólo entonces se permite salir a los iniciados, para descubrir que están en una pequeña isla. Una vez que todos están reunidos, son conducidos al agua. Arcanistas vestidos con túnicas esperan en la otra orilla, aguardando a que los iniciados entren en el agua y sean bautizados. El Mistagogo acompaña a los nuevos Neófitos durante el final del ritual y declara: «Nuevos Hermanos y Hermanas del Arcanum, habéis muerto y renacido. Ahora limpiaos y uníos a nosotros». Entonces se les da la bienvenida al redil.
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