En 1266, Kublai Kan envió a un mensajero desde China hasta el Shogunato para exigir la rendición de Japón ante el Imperio Mongol. El Shogun se negó y ocho años después desembarcó en las costras de la isla la primera invasión, compuesta de un ejército de 30.000 mongoles y coreanos. Junto a este ejército viajaba un número importante de Kuei-jin de China y Corea que traban de saquear todo el Chi posible.
Los uji japoneses se unieron y defendieron la isla durante siete años, extendiéndose las batallas por todo el país.
Aunque los invasores mortales fueron rechazados, los shen quedaron atrás y llevaron la guerra a los uji de las zonas más remotas. En 1281 Kublai Kan envió otra fuerza de 140.000 hombres para invadir Japón; más Kuei-jin que nunca acompañaban esta hueste. Parecía que la isla caería por una simple cuestión numérica. Sin embargo, se produjo el milagro: una gran tormenta en las costas japonesas desató todo su poder sobre la flota invasora. Casi la mitad del ejército de Kublai Kan pereció ahogado y todos los Kuei-jin se hundieron en el fondo del mar. Los mortales llamaron a la tempestad "el Viento Divino", el kamikaze. Pero para los Kuei-jin japoneses, y en especial para los Bishamon, se trataba del poder de la propia isla que se alzaba para proteger a los shen nativos.
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