Además, la adquisición de compañías extranjeras (alarmante, según los observadores) les hace involucrarse en todos los mercados mundiales. Para los Vástagos que residen en la isla, Tokio y las demás grandes ciudades son jardines embriagadores y los Kuei-jin más jóvenes, aunque misteriosos, pueden ser excelentes socios y camaradas. Los extranjeros son incapaces de comprender que tanta modernidad pueda existir en una tierra enferma. Pero es así. El brillo y las luces de Tokio no son sino una elaborada máscara que oculta una tierra devastada cuya condición empeora con cada noche que pasa. Si se mira más allá de las luces de neón y el bullicio se puede ver una isla de magia corrupta y Chi envenenado. Aunque el Monte Fuji sigue siendo un poderoso centro de poder y algunos de los torii de la isla mantienen el ambiente de Edades pasadas, Japón en su conjunto está siendo devorado lentamente por la devastación del pasado y la indiferencia de sus Kuei-jin.
Cultura y Sociedad Kuei-jin
Aunque diminuto en comparación con su vecino occidental, Japón ocupa un puesto en el Reino Medio tan significativo como el de China. Los gaki, pues así es como los Kuei-jin del país se denominan a sí mismos, demuestran un orgulloso sentido de la historia y del propósito definitiva y vehementemente japonés. La cultura y la sociedad Kuei-jin nipona gira en torno a los íntimos lazos que hay entre los gaki y las fuerzas naturales de la isla. Dicho de otro modo, los Kuei-jin de Japón se ven a sí mismos como los custodios de la delicada red de Líneas de Dragón y reservas de Chi que dan vida a su archipiélago.
Sin embargo, en los últimos tiempos algunos episodios han alterado radicalmente la situación de los gaki. El explosivo crecimiento de la sociedad nipona de posguerra y la creciente asimilación de las ideas occidentales enfrentan entre sí a las dos casa más poderosas, con lo que se ha abierto un profundo abismo social entre las Cortes ancladas en la tradición y sus futuristas oponentes, especialmente en lo referente al tema de los pocos Cainitas que habitan en las ciudades más grandes de Japón.
Además, la irremediable decadencia de las Líneas de Chi de la isla causada por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki plantea un problema mucho mayor. Los corrompidos Nidos de Dragón envenenan lentamente a todos y cada uno de los Kuei-jin, independientemente de sus respectivas posturas políticas. Incluso al ingerir la contaminada energía, los Catayanos de Japón saben que están cambiando lenta, casi imperceptiblemente, y ninguno quiere ni siquiera imaginarse en qué se están convirtiendo exactamente.
Cultura y Sociedad Kuei-jin
Aunque diminuto en comparación con su vecino occidental, Japón ocupa un puesto en el Reino Medio tan significativo como el de China. Los gaki, pues así es como los Kuei-jin del país se denominan a sí mismos, demuestran un orgulloso sentido de la historia y del propósito definitiva y vehementemente japonés. La cultura y la sociedad Kuei-jin nipona gira en torno a los íntimos lazos que hay entre los gaki y las fuerzas naturales de la isla. Dicho de otro modo, los Kuei-jin de Japón se ven a sí mismos como los custodios de la delicada red de Líneas de Dragón y reservas de Chi que dan vida a su archipiélago.
Sin embargo, en los últimos tiempos algunos episodios han alterado radicalmente la situación de los gaki. El explosivo crecimiento de la sociedad nipona de posguerra y la creciente asimilación de las ideas occidentales enfrentan entre sí a las dos casa más poderosas, con lo que se ha abierto un profundo abismo social entre las Cortes ancladas en la tradición y sus futuristas oponentes, especialmente en lo referente al tema de los pocos Cainitas que habitan en las ciudades más grandes de Japón.
Además, la irremediable decadencia de las Líneas de Chi de la isla causada por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki plantea un problema mucho mayor. Los corrompidos Nidos de Dragón envenenan lentamente a todos y cada uno de los Kuei-jin, independientemente de sus respectivas posturas políticas. Incluso al ingerir la contaminada energía, los Catayanos de Japón saben que están cambiando lenta, casi imperceptiblemente, y ninguno quiere ni siquiera imaginarse en qué se están convirtiendo exactamente.
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