En las anteriores Edades los espíritus se dedicaban a sus labores asignadas, cumpliendo felizmente (o al menos con respeto) la voluntad de la Augusta Personalidad. Ahora, sin embargo, el orden del Reino Medio y de los mundos espirituales se ha roto.
A medida que los planos mundanos reflejan la degeneración de la Quinta Edad, sus contrapartidas espirituales les sufren de igual modo. Los Kuei-jin observan con sus sentidos sobrenaturales mundos desolados y corrompidos.
La polución y las pruebas nucleares erosionan el palacio del Rey del Mar, las torres retorcidas de la Ciudad Perversa reflejan las calles laberínticas de Tokio y Hong Kong, el Reino de los Espíritus Luchadores se llena con las víctimas de las guerras de Indochina y el Mundo Yin que bordea a Camboya es un lugar lleno de calaveras y Espectros salvajes.
Cada vez más espíritus abandonan sus obligaciones y se hacen tan egoístas como los Vástagos. Muchos espíritus domésticos y naturales, ignorados por una población cínica y "reeducada", vagan como nómadas sin rumbo. Ministros y protectores se convierten en crueles tiranos, combatiendo sin piedad por aquellos lugares en los que el Chi no está envenenado y los espíritus se vuelven cada vez con mayor frecuencia hacia los Kuei-jin para sellar con ellos todo tipo de pactos.
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