Desde la llegada de las fuerzas de invasión en 1937 no está claro quién gobierna las noches de Shanghái. Las hostilidades han diezmado a la Corte de la Carne, pero aún hay más de 120 Kuei-jin nativos que consideran a este campo de batalla su hogar, por lo que a pesar del caos debe existir una autoridad central.
Desde el inicio de la guerra las actividades de la ciudad son coordinadas por un misterioso wu de mandarines, que se reúnen con regularidad en lugares siempre diferentes para no ser descubiertos por sus enemigos. Solo ellos y un puñado de lacayos heimin leales conocen sus identidades. Los nativos los llaman Mandarines Silenciosos y son los misteriosos directores de la guerra contra los invasores occidentales y japoneses.
Por descubrir sus nombres se han librado terribles batallas ya que sus enemigos están convencidos de que sin ellos Shanghái caería como un castillo de naipes. El espionaje, el soborno, las misiones suicidas y otras agresiones silenciosas para terminar con la unidad de la ciudad están a la orden del día.
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