Así comenzó la Guerra de Vietnam, un conflicto en el que morirían más de 50.000 soldados americanos y cientos de miles de vietnamitas, laosianos y camboyanos. Alentada por políticas cuestionables y teorías del dominó, la guerra trajo poco más que miseria y destrucción. Para las gentes del Sudeste Asiático fue un verdadero infierno. Para los Kuei-jin fue todo un festín. Los Catayanos se lanzaban sobre las aldeas y ciudades arrasadas por las bombas, las junglas quemadas y las masacres de los nativos y los estadounidenses. Para las Cortes Doradas fue una orgía de sangre y energía ilimitadas.
La derrota y la frustración de las fuerzas francesas y americanas (y el aislamiento de muchos Vástagos occidentales) permitió a estos Kuei-jin cobrarse una venganza que llevaba siglos larvándose. En 1975 los revolucionarios Jemeres Rojos depusieron al gobierno de Camboya, derrotaron la invasión de Vietnam del Norte e iniciaron un reinado de terror y crímenes en masa a la altura de las peores carnicerías de la historia. Lo denominaron el "Año Cero", un nombre casi adecuado. Aproximadamente dos millones de personas fueron torturadas y asesinadas por el régimen por "crímenes" tan graves como llevar gafas o hablar un idioma extranjero. Los asesinatos continuaron durante cuatro años ante la mirada del resto del mundo. Finalmente, en 1978, Vietnam invadió Camboya y puso fin al derramamiento de sangre. Sin embargo, los Kuei-jin ya se habían alimentado de los prisioneros políticos, de los lugares de ejecución y de las fosas comunes de los millones de inocentes atrapados bajo las ruedas de este infierno.
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