Como se ha mencionado anteriormente, los Kuei-jin son criaturas estáticas, encerradas en su camino desde la noche en la que sufren el Segundo Aliento. Por tanto, no es extraño que un serio mandarín de varios siglos de edad siga convencido de sus ideas, ya que las cosas son como siempre han sido. Del mismo modo, un Kuei-jin de solo 50 años de no vida puede estar igualmente seguro de tener la razón: reconciliar su visión con la del mandarín será muy difícil.
En muchos sentidos, el choque clásico entre lo viejo y lo nuevo, la saga épica de la Yihad occidental, es igual de válido en el Reino Medio. En ciertos aspectos, aquí la disparidad es aún más pronunciada. Las tierras de Oriente siempre han sido más tradicionales que el bárbaro de Occidente. Este es el motivo por el que los Catayanos son tan desdichados: han fallado en sus responsabilidades kármicas y han tomado el Segundo Aliento como una última oportunidad para completar su destino. Todos los que logren pagar esta deuda podrán unirse de nuevo al Ciclo. Los que fallen... serán eliminados.
¿Cómo se devuelve la deuda enfrentado a miles de puntos de vista opuestos? Desde luego, el mandarín no lo intentará del mismo modo que un Catayano recién creado. En el gran drama de la Rueda de las Edades, los Kuei-jin están destinados a enfrentarse una y otra vez por temas en los que nadie tiene toda la razón y en los que tampoco están totalmente equivocados.
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