Los akuma que no son más que infortunados políticos son los pocos infelices que llegan a cortes situadas muy lejos de sus patrias, o bien aquellos que han enfurecido de algún modo a los tradicionalistas ancianos. A menudo no se puede culpar de nada al akuma en cuestión, aunque el individuo pueda estar señalado por su rebeldía, su comportamiento poco juicioso o, simplemente, por haber corrompido Chi.
En consecuencia, los ancestros recurren a las tradiciones y a las leyes de las Cortes, citando varios precedentes y creencias antiguas, con el fin de justificar la declaración de akuma contra la víctima en cuestión. No importa que el Catayano no sea culpable más que de haber enfurecido o herido la sensibilidad de un anciano; el recién declarado akuma se encontrará siendo el objetivo de hostilidad y violencia, y probablemente morirá bajo los colmillos de otro Kuei-jin si no abandona la Corte con toda urgencia. Sin embargo, los sirvientes de los Reyes Yama son los verdaderos akuma. Los Kuei-jin que sirvieron una vez los mandatos celestiales son ahora demonios atrapados en formas muertas, obligados a sobrevivir a base de Chi robado. Igual que el Cielo dio la espalda a los Kuei-jin, por la razón que sea, lo único correcto es que los Kuei-jin le den, a su vez, la espalda al Cielo.
Los otros akuma son aquellos que aceptan la servidumbre a cambio de poder, prestigio o cualquier otra cosa que no puedan alcanzar por sí mismos; incluso los inmortales en busca de iluminación pueden caer presa de la codicia y la mezquindad. Negociando con sus servicios y sus almas, los akuma se ganan el favor de los señores del Yomi, y la verdad es que estos antiguos espíritus son patrones realmente poderosos Aunque poderosos, los corrompidos akuma no carecen de defectos. En última instancia, el servicio a los Reyes Yama anula la libertad de estos seres. Un akuma puede tener grandes poderes, puede no temer a la iluminación ni a la condenación, puede tener el dominio sobre hombres y Kuei-jin, pero, a fin de cuentas, su voluntad no le pertenece. Un akuma debe servir a las necesidades y deseos de su Rey Yama, y el que falla se convierte simplemente en un nuevo ejemplo con el que motivar a los demás.
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