En mi pasión, fracasé.
Es cierto que tomé un humano de entre
los mortales que me rodeaban. Estuve entre ellos
demasiado tiempo. Sentí cómo mi equilibrio se
inclinaba hacia la exuberancia de la vida y se
alejaba del sobrio y frío yugo de la muerte.
Fue
débil; fui débil.
Lo que tomé por lujuria fue en
realidad algo inferior. Algo extraño para alguien
como yo.
Ya te he contado antes cómo lo besé
después, a modo de despedida. Cómo hicimos el
amor entre huesos. Cómo fornicó con un cadáver
en un cementerio. Me veía a mí misma tan
superior… me enorgullecí de permitirle vivir,
tirando de las cuerdas de la vida de aquella
marioneta humana.
Él me dio más de lo que acordamos. Me
dio un hijo.
Desde la primera noche que me levanté
con un mayor apetito, fui consciente de mi
trasgresión. Mientras mi barriga se hinchaba debido
al feto muerto que crecía en mi vientre, sentí el
dolor del fracaso. No podía permitir que esto
ocurriera.
Durante la sexta noche, bajo el atento ojo
de la Luna del Dragón Negro, regresé a aquel
cementerio.
Con un cuchillo abrí mi vientre sacando a
aquel retoño maldito que había vivido y muerto
dentro de mí. Mi sangre, su sangre (nuestra sangre)
resbalaba sobre mí y reí y lloré al mismo tiempo.
Ninguno de nosotros merecía el destino que este
niño-monstruo nos habría deparado.
Por misericordia y odio, partí su frágil
cuello. Lo enterré entre los huesos sobre los que
fue concebido. Desde entonces no he tomado ningún amante.
Si te gustó o fue útil no olvides compartir
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario