La luna llena era amarillenta. La luna era todo lo que conocía. Clavó sus ojos en ella mientras el cuerpo del niño se enfriaba en su muerte. No oyó a quién se acercaba pero lo sintió. Temiendo un ataque, giró bruscamente y silbó.
"Tranquilízate pequeña" dijo la otra mujer vestida de oro, mostrando sus mano vacías frente a ella. "No te haré daño".
"¿Quién eres?"
"Una amiga". La mujer se movió lentamente trazando círculos sobre el recientemente alzado Kuei-jin. "Hay muchas cosas que ahora desconoces. Déjame mostrártelas". Ella hablaba mientras la otra mujer escuchaba. Los círculos se iban estrechando cada vez más. Al fin estaba a distancia de golpear, pero ella no tenía miedo. "Iremos con mi gente y comprenderás. Has renacido pequeña.. en la noche de la luna amarilla".
"¿Qué soy? ¿Un demonio que caza a los débiles?" Dirigió una mirada hacia el cuerpo del chico que acababa de matar.
"Si quieres, pero hay muchos caminos que puedes recorrer. Hay muchos pasos que dar para llegar al que será tu destino. Has vuelto a este mundo para cumplir un propósito. Encontraremos cuál es, juntas".
Las dos se alejaron del muchacho muerto, como si hubiesen desaparecido en la noche misma.
En el ojo del huracán está la calma: los vientos están allí quietos y es un oasis que puede apaciguar la tempestad que se arremolina a través del Reino Medio. Todas las fuerzas giran alrededor del centro calmado porque es el único lugar donde hay paz. Aquellos que siguen la Dirección del punto Centro son las anclas de la sociedad Catayana; aquellos que reúnen a los descarriados y los traen a casa, enseñándoles y apoyando a aquellos que son novatos en la no vida, proporcionando información y conocimientos a aquellos cuyo Demonio les amenaza con destruirles. Los Muertos Famélicos de aspecto Central enarbolan la virtud del Balance. Respetados y comprendidos por los otros, compasivos respecto a los caminos de las demás Direcciones, son las madres y padres de los hijos de la oscuridad.
En el centro también yace una gran responsabilidad: el evitar con todas las fuerzas que los demás se descarríen. Las presiones son fuertes y se cobran un precio. Se espera que los que sigan esta Dirección no tengan necesidades o deseos propios. Su deber es por el bien de la Corte y deben luchar por conseguir la armonía: el sacrificio no es una petición sino una obligación. Si el Centro afloja su sujeción toda la sociedad Catayana se dividiría en pedazos.
Así como el sol atrae a las plantas, o el oro al ojo, el Centro lleva el amarillo como un faro para la Corte que le rodea. Calentando a los que tienen frío e iluminando a aquellos sumidos en las tinieblas, portan sus adornos dorados como un símbolo de lo que se requiere de ellos.
Su número es el cinco: así como la mano que tiene cinco dedos; una extremidad extendida para su raza que los mantenga en el centro de la tormenta.
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