Los seguidores del Confucianismo saben que cada persona es el dueño de su propio destino, y por lo tanto, responsable de sus acciones. Invierten sus vidas cultivando sus "yo" internos, intentando convertirse en lo que la doctrina del Maestro definió como la Persona Superior. Para convertirse en algo superior uno no necesita ser un santo, un político o un intelectual: sólo practicar jên, cuya traducción imprecisa es amor o humanidad, pero que abarca una amplia variedad de ideales. La Persona Superior debe controlar sus deseos pero ayudar a todos los demás a alcanzar los ajenos, extraer lo mejor de los demás y ser moderado, manteniéndose en su lugar en todas las situaciones. Nunca debe preocuparse por sí mismo, sino únicamente por lo que es correcto, comprendiendo la generosidad de los gestos y siempre entendiendo todo en cuestión de progreso.
Debe pensar antes de hablar o actuar, cultivar las cualidades de la generosidad, amabilidad, modestia y el esmero, sin permitirse ser manipulado y competir con los demás. Los deportes son la excepción a esto, pero la Persona Superior siempre es humilde cuando gana y bonachón cuando pierde. Aún más allá, alguien que se encuentra en camino hacia la superioridad debe practicar la virtud (otro aspecto del jên). El Maestro Kong enseñó que la mente de una persona virtuosa es como una montaña tranquila, mientras que una persona normal tiene una mente activa y caótica más comparable al agua corriente. Se concentra esencialmente en cinco virtudes: altruismo, honradez, juicio firme y justo, sinceridad y amabilidad. La amabilidad es el origen de todas las demás virtudes y es el objetivo principal tanto de las personas individuales como de las instituciones sociales como el estado. Otras virtudes importantes incluyen la lealtad, fiabilidad y el sentido de justicia.
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