¿Qué está bien y qué está mal cuando eres un funcionario, un policía o un militar y no ganas bastante para alimentar a tu familia? ¿Qué hay de malo en coger dólares americanos frescos de un respetable hombre de negocios como pago por no examinar rigurosamente la edad de las chicas del club que regenta, si el dinero te permite mantener a la familia durante otro mes más? ¿Qué hay de malo en cobrar a los que vineen a pedirte servicios estatales si el gobierno insiste en pagarte con arroz? ¿Qué hay de malo en mirar a otro lado en una operación de contrabando de opio en el puerto local si el responsable es tu propio jefe? No se trata de preguntas abstractas; son dilemas morales de las calles asiáticas, las cuestiones que marcan la diferencia entre un hombre honesto y un superviviente con la reputación manchada.
La corrupción llega a alcanzar niveles grotescos en casos excepcionales, con políticos y generales que se convierten en millonarios. Los casos más flagrantes son los de los jefes del partido comunista en China y dos ex presidentes de otros dos países: Marcos en Filipinas y Suharto en Indonesia. Cada dólar que roban estos líderes es dinero que la gente corriente no llega a ver, y en un país pobre, un billón de dólares americanos es una riqueza tan inimaginable que hasta el Cielo parece estar más cerca. Esta élite rodea sus fabulosos clubes con alambradas de espino y tiene grifería de oro macizo en el baño, habitaciones repletas de zapatos y ropa, y casas de campo al sur de Francia. Entre los millones de habitantes asiáticos, representa una minúscula luz de riqueza en un oscuro mar de pobreza que aún es más profundo debido a su corrupción. Bajo estos mandatarios llega a ser transigido todo el sistema de gobierno y comercio; cada trato requiere un soborno, cada trabajo conocer a la persona adecuada y cada ley es negociable.
De este modo, en las calles, la diferencia entre criminal y oficial llega a ser bastante dudosa. De hecho, grupos etiquetados como criminales son a menudo los enemigos del régimen al mendo, ya sea una sociedad china de meditación prohibida por propugnar la independencia, fuera del control del estado, o una asociación en Indonesia que sugiere mejores sueldos y mayores derechos para los trabajadores de una enorme multinacional de una compañía de artículos deportivos. No todos los supuestos delincuentes van detrás de tu dinero, igual que no todos los "servidores del pueblo" buscan lo mejor para ti. Como consecuencia de todo ello, la mayoría de la gente intenta evitar tener que tratar con el gobierno tanto como sea posible. En su lugar constituyen redes familiares en las que saben que pueden confiar o hacen tratos con hombres fuertes locales que les protegen del modo en que debería hacerlo la policía. Por ello, el crimen organizado, las sociedades secretas, los poderosos partidos políticos y los ricos se convierten en las fuerzas dominantes de las calles, intercediendo a favor de un estado corrupto por todos sus componentes que funcionan previo pago.
Sobornos Para Todos
Muchos Kuei-jin se encuentran en una posición única para comprar todo lo que deseen de los corruptos funcionarios del gobierno, gracias a que poseen enormes riquezas monetarias o tienen acceso a fuentes no disponibles para los mortales. Incluso los honestos no son inmunes a la persuasión mediante algunas de las Disciplinas Kuei-jin; el típico chantaje es otro arte en el que puede destacar un Catayano inteligente. Mientras los Monos Corredores y los Príncipes de Bambú maquinan y maniobran en las calles dando por sentado su control sobre concejales y policías locales, sus antiguos juegan a un juego más sutil, ¿por qué sobornar a un policía cuando puedes manipular al jefe de policías o al ministro de defensa? Si un Príncipe de Bambú te causa problemas, simplemente pide que algunos de sus más leales criados sean trasladados o que la vivienda donde tiene su refugio deba ser repentinamente recalificada según un plan de renovación urbana. En el complejo mundo de la corrupción de alto nivel los ancestros tienen n jaque a los Príncipes de Bambú, regularmente recuerdan a sus inferiores este hecho a través de burocráticas bofetadas en la cara, que tienen el significado de mantener en su lugar a los Monos Corredores.
Mientras que algunos de los Kuei-jin más jóvenes apoyan sutilmente a los activistas que tratan de desbaratar a la corrupción oficial, otros aceptan el papel de los antiguos y hacen uso de él para disimular indiscreciones cuando sea necesario. Como parte del juego, algunos antiguos tratan de forzar intencionadamente estar oportunidades para hacer quedar en deuda a sus discípulos. Esto beneficia la sinceridad de los Monos Corredores, que no quieren prestar ninguna ayuda a la que no estén obligados a los ancestros y mandarines. Claro está que los funcionarios corruptos difícilmente pueden ser de confianza pero, de todas formas, pocos Kuei-jin tratan con ellos de manera directa. En su lugar utilizan las Pantallas Escarlata (como corporaciones o sociedades secretas) para hacer parecer sus intereses parte de la corrupción del día a día. Esta táctica dificulta también el trabajo de los Príncipes de Bambú, obligándoles a discernir cuales de las decisiones de un funcionario corrupto son ordenadas por un antiguo y cuales por su propio bolsillo.
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