No hace mucho que la vida de la mayoría de los asiáticos apenas se diferenciaba de la de sus ancestros. La historia no había afectado sus vidas en los siglos precedentes, y los sucesos históricos sólo habían alterado ligeramente los ritmos tradicionales de vida de la amplia mayoría de la población. Dinastías, guerras y desastres iban y venían sin modificar la estructura básica de la vida de la mayoría agraria. Esta ausencia a lo que occidente llama "progreso" era producto de una serie de factores y de una tasa de alfabetización extremadamente baja, culturas con incursión a venerar la tradición y la ascendencia, y lo más importante continuar las políticas adoptadas por mandatarios nativos y coloniales que explotaban intencionadamente los sistemas sociales existentes para mantener su propio poder.
Este último factor fue especialmente importante y mantuvo con vida numerosas estructuras sociales mucho después de su caducidad natural. Este fenómeno, por ejemplo, representó un salto muy importante a la hora de conservar el tradicionalismo tan excesivamente distorsionado que imperaba en Japón durante su modernización después de la restauración de Meiji en 1868. No obstante, la historia tiene de su lado la fuerza de lo inevitable y en el periodo subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial (que paralizó y luego destruyó el declarado imperialismo occidental) la modernización barrió Asia como un tsunami. Sangre, caos y represión abrieron las puertas de las antaño aisladas sociedades asiáticas a las fuerzas que habían saqueado Europa durante los dos siglos precedentes. Fueron barridos los últimos regímenes en Birmania, Camboya, China, Japón, Corea, Laos, El Tíbet y Vietnam. En más de la mitad de las naciones de Asia; nuevos y asombrosos gobiernos "occidentales" tomaron su lugar, prometiendo traer las industrias y el desarrollo a sus gentes atrasadas y empobrecidas. Incluso en aquellas naciones que se libraron de los grandes cambios de una derrota militar o una revolución comunista, los europeos salientes entregaron el poder a nuevas élites que estaban impacientes por hacerse con la misma autoridad que poseían en occidente.
Desde hace más de medio siglo, Asia lleva a cabo una campaña atropellada en la que trata de recuperar hasta 300 años de historia en una sola tacada, sin tener en cuenta las creencias políticas, la cultura o la historia. Varios regímenes y gobiernos asiáticos han tenido un cambio asombroso en el desarrollo de sus naciones, aunque los costes aún enormes han podido ser valorados por completo. Algunos países cambiaron la idea y trataron de volver a sus antiguas y más sencillas civilizaciones, pero al intentarlo, a través de asesinatos en masa (como en Birmania), sólo han conseguido obtener versiones más pobres que las de sus vecinos más progresistas.
Todo esfuerzo humano conlleva aspectos positivos y negativos y en el proceso de modernización y desarrollo de Asia hay bastante de ambos. Es en ellos donde están la luz y la sombra que el Narrador tiene a su disposición. La comprensión exhaustiva de los efectos de la modernización sobre las naciones asiáticas no es solo uno los objetivos de Calles Asesinas, aunque las ventajas y desventajas que leerás en todas esta sección pueden servir como indicador de las principales tendencias que se dieron durante el último medio siglo.
En el Presente, Aunque Pertenecientes al Pasado
Antiguos Kuei-jin trabajaron incansablemente para resistir el empuje de la modernización y su influencia localizada sostenía muchas estructuras tradicionales por razones que combinaban el interés propio, la ignorancia y el temor. Este hecho no es sorprendente; las mentes más conservadoras de los Diez Mil Demonios se veían a sí mismas viviendo en el interior de una estructura que estaba bajo el mandato del Cielo. Los cambios en esta estructura debilitaban los senderos Dhármicos que trataban de seguir. Muchos mandarines y ancestros de la corte se negaban a aceptar la conquista y dominación a cargo del oeste y los cambios totales e irreversibles que sacudían el mundo a su alrededor. La modernización, en cambio, era para ellos la corrupción del mandato del Cielo, otro símbolo más de la inminencia de la Sexta Edad. Los Monos Corredores, menos benévolos, argumentaban que esta oposición tenía más que ver con la protección de las zonas de influencia de los ancianos, que se veían dramáticamente debilitadas por la modernización.
Mientras más ha cambiado la sociedad, los más ancianos Kuei-jin han evitado más y más la confrontación directa en las calles, optando a cambio por hacer uso de Monos Corredores, Dhampyros y familias de confianza de criados humanos como intermediarios. Todos estos grupos son seleccionados o formados con conocimiento de las normas tradicionales de etiqueta y del nuevo y dinámico mundo que se mueve fuera de las cortes. Esto permite a los ancestros y mandarines sentirse seguros con ellos, conservar su influencia y continuar comportándose de manera como si el mundo no hubiese cambiado. Por ello, es poco probable que un Kuei-jin veterano deba salir alguna vez a los suburbios y callejones de Asia; permanecen ocultos tras Pantallas Escarlatas y capas y capas de intriga y misterio, muy alejados de las calles que tan ajenas han crecido para ellos.
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