Política y Estado

Edit

La tradición asiática en cuanto a la democracia o a la administración de la ley es escasa o incluso nula, aunque casi todas sus naciones han tenido una amplia experiencia con gobiernos despóticos y burocráticos. Los colonialistas occidentales optaron bien por desplazar a los tradicionales mandatarios absolutistas con dominio extranjero o impusieron su propia voluntad mediante el acoso, hasta su sumisión, a las élites tradicionales. Los resultantes estados coloniales, o semi coloniales, empleaban los grandes avances del siglo XIX (modernos sistemas de administración, comunicaciones o transporte) para construir gobiernos rentables dedicados a negar cualquier palabra a la población local, que era mantenida con firmeza en su supuesto lugar. Los métodos utilizados por estos occidentales fueron tales que hubieran sido tachados de brutales de haber sido empleados en ambientes "civilizados" de Europa. Asesinatos, destierros sin juicio, genocidio, masacre y hambre, todos los peores abusos de estados policiales como la Alemania nazi o la Unión Soviética fueron experimentados, por primera vez en Asia por los poderes coloniales.

Los nacionalistas que sustituyeron a los colonialistas tras la Segunda Guerra Mundial eran casi todos miembros de las pequeñas clases de intelectuales locales, con la única limitada experiencia de las políticas occidentales como guía en el gobierno de sus nuevos países. En cada caso, la nación asiática seguía un patrón casi idéntico. La democracia sustituyó al colonialismo, pero pronto revertió en corrupción y anarquía. El despotismo sustituyó entonces a la democracia, justificándose a través de cualquier ideología que fuera conveniente: comunismo, desarrollo económico, nacionalismo, incluso la protección de la democracia. Finalmente la democracia reemplazó al despotismo, al tiempo que la creciente clase media generada por la modernización demandaba su palabra, al poseer la fuerza económica para imponerla.

No todos los países atravesaron este camino a la misma velocidad. Japón, por ejemplo, había alcanzado el último nivel, una cierta democracia, antes de que otras naciones asiáticas quedaran libres del dominio occidental. Este país no tuvo compañía hasta la última década del siglo XX, durante la cual Indonesia, Filipinas, Corea del Sur, Taiwán y Tailandia instauraron verdaderas, aunque a menudo bastante poco sólidas, democracias. El período entre la caída y el ascenso de la democracia ha tenido los más profundos efectos sobre Asia. Las instituciones de opresión se mantienen poderosas y omnipresentes incluso en naciones que ahora son supuestamente democráticas, conservándose fuera de la vista pero no de la conciencia.

Las cuestiones van más allá del mero derecho a voto. Derechos que se toman por descontado en occidente como la libertad de unión, de expresión, el derecho a tener un abogado, a permanecer en silencio y a un juicio justo, existen sólo de palabra (si es que lo hacen) en la mayoría de los países asiáticos, exceptuando a Japón. La brutalidad policial y militar, incluso con escuadrones de la muerte, generan un clima de terror que agudiza aún más los problemas de la mayoría de las naciones. Incluso en naciones más progresistas como Malasia y Singapur, los intentos de luchar contra los abusos de poder del partido gobernante o contra las prácticas de corrupción, pueden llevar al encarcelamiento indefinido sin juicio o a la ruina financiera provocada.

Tampoco agachar la cabeza y tratar de pasar desapercibido otorga protección en las sociedades tiránicas. Especialmente destacable en Asia es el nivel de corrupción política. Descontando a Japón, los sistemas políticos están infectados de una carencia de responsabilidad pública por parte de los funcionarios, y la principal diferencia entre ellos es la cantidad de molestias que se toman en ocultar el apaño, Esto afecta a todos los aspectos de la vida, con los criminales bajo protección oficial andando a sus anchas e incluso accediendo a las más básicas prestaciones de la seguridad social, mediante el pago de sobornos a un burócrata local. Esto significa también que fondos destinados a hospitales o a ayuda humanitaria para víctimas de una guerra o de desastres naturales, a menudo se pierden mucho antes de que los hambrientos y necesitados vean el dinero. Aquellos que se resisten a acatar las exigencias de los corruptos corren los mismos riesgos que los que persiguen la democracia o los derechos humanos (frecuentemente incluso mayores, ya que los gobiernos pueden negar toda responsabilidad por la actividad "criminal").

Por Encima de las Insignificantes Preocupaciones de los Mortales

Los Kuei-jin se enfrentan a una escasa oposición oficial en Asia, fuera de Singapur y algunas regiones de Japón y Corea, gracias a que la mayor parte de los gobiernos y sus administraciones están lisiados con una incompetencia o una corrupción endémica. Tienen, por ello, escasas necesidades de algo que pueda parecerse a la Mascarada Kin-jin. Las a menudo brutales fuerzas de la policía y los ejércitos asiáticos suponen con frecuencia útiles herramientas para asegurar la propiedad de zonas con valiosas concentraciones de Chi. En este sentido, los Kuei-jin utilizan a las fuerzas del gobierno como si fuesen una sección más del crimen organizado, en lugar de reforzar específicamente sus poderes oficiales. Esta analogía no resulta sorprendente; en la mayoría de las calles de Asia un "funcionario" es simplemente un gánster con uniforme.

Controlar estas fuerzas es una tarea más sencilla para los ancestros y mandarines, ya que la cadena de mando que han establecido les permite tener el control sin necesidad de tener que entender la naturaleza de las calles. Los antiguos de las cortes a menudo alertan a jóvenes Kuei-jin contra la posibilidad de interferir en organizaciones oficiales. Esto es debido a que desean proteger sus propios dominios y también porque temen perder una de las herramientas que aún les restan en las calles para combatir el creciente poder de los Monos Corredores. La influencia de los mandarines puede también estar relacionada con el hecho de que tantas fuerzas políticas asiáticas parezcan tener una idea tan extraña de la realidad de la sociedad que les rodea, rememorando modelos sociales destruidos hace ya tiempo por la modernización.

Este hecho es especialmente cierto en Singapur, China y Japón, donde las fuerzas de la ley y el orden están tratando de hacer cumplir restricciones sociales que están lejos de las necesidades de las calles. Policía y ejército actúan precipitadamente como soldados de a pie en una guerra contra el cambio. En esta guerra son aliados naturales, aunque fortuitos, los despóticos y ambiciosos políticos humanos, que tratan de reafirmar su propio mandato negando la modernización, y los temerosos antiguos Kuei-jin, que persiguen el mismo objetivo dentro de sus cortes. A menudo es difícil decir cual de ellos emplea métodos más crueles, o donde acaban las intrigas humanas y comienzan las demoníacas.

Curiosamente, la corrupción predominante dentro de las instituciones asiáticas hace que la influencia sobre las fuerzas oficiales a menudo signifique menos de lo que debería, un inconveniente que los antiguos de las cortes intentan ignorar o superar por todos los medios. Los más avispados Monos Corredores son conscientes de la posible ironía del hecho de que un antiguo Kuei-jin apoye campañas anticorrupción. Aunque este es un movimiento lógico por parte de los antiguos, ya que es de poca utilidad tener bajo control al inspector jefe de la policía si sus agentes distorsionan sus órdenes y responden en mayor grado ante el jefe criminal local que ante él. Una limitación parecida es la falta de consideración que los asiáticos tienen hacia la burocracia, especialmente los pobres. El respeto existe a menudo únicamente por la amenaza de la violencia policial y los soldados representan y se muestran solo cuando las autoridad están a la vista. Los mandarines, como los déspotas humanos de Asia suelen sentirse ofendidos con el desafío del pueblo a su autoridad que, por otro lado, es impuesta desde la distancia.

En aquellos lugares donde los Kuei-jin no ejercen gran influencia sobre la burocracia, los problemas son incluso más preocupantes. Las regiones en las que los mortales se rebelan pasiva o abiertamente contra el mandato tiránico de la élite local, brotes de violencia repentina pueden destruir un orden que ha estado establecido durante años y fácilmente, pueden costar la vida a un Kuei-jin. Incluso en lugares menos abiertamente violentos la corrupción hace que, a menudo, sea casi imposible predecir las decisiones que va a tomar un determinado agente del gobierno. Lo que hoy está permitido puede ser mañana razón para un arresto. Simplemente enojar a la persona equivocada es motivo suficiente para ser incluido en la lista negra y ser objetivo de fiscales y escuadrones de la muerte, incluso si eres un poderoso mortal. Apoyar al barco equivocado puede hacer que un Kuei-jin o su Pantalla Escarlata sean objetivos de estos escuadrones de la muerte y de posibles atentados terroristas. Caos, corrupción y violencia son todas espadas de doble filo que ofrecen en una mano oportunidades y en la otra dolor. Solo un Kuei-jin cuidadoso evitará resultar herido.

Si te gustó o fue útil no olvides compartir
Sobre las Fuentes
Por favor visita el apartado “referencias” para encontrar las paginas originales de donde fue extraída la información, vampiro.cl es un compendio, nuestro objetivo es recopilar la mayor cantidad de contenido que circula por la web, son muchas personas que día a día traducen y/o comparten conocimientos que verteremos acá, nuestro aporte es clasificar, ordenar y compartir con la comunidad rolera.

0 comentarios:

Publicar un comentario