La fuente de abastecimiento de muchos burdeles asiáticos es la ampliamente extendida práctica de la dote. Cuando una hija se casa, su familia debe ofrecer un regalo adecuado a la familia del novio, con el cual la novia va ir a vivir. Para los pobres el golpe es doble. No sólo deben reglar parte del limitado patrimonio que poseen, sino que pierden también un par de manos, una niña consciente de sus deberes que no se encontrará junto a sus padres para ayudarles con su vejez. Los hijos, lógicamente, son muy valorados porque invierten esta ecuación.
De ahí que las niñas no sean bienvenidas en muchas de las culturas asiáticas. Incluso hoy, una mujer que tenga muchas hijas y ningún hijo ve, frecuentemente, su vida en peligro en estas sociedades. Tampoco es raro que las niñas pequeñas sean asesinadas al nacer por parientes. Para aquellas mujeres que sobreviven hasta la madurez, los padres siempre han tenido la opción de venderlas en lugar de desposarlas. En el pasado las mujeres eran vendidas a industrias tradicionales como la de costura, o como sirvientes y concubinas. Con la modernización, no obstante, les espera un futuro aún menos limpio. El desarrollo de una industria del sexo al estilo occidental (especialmente en Tailandia y Filipinas, aunque también en Indonesia, la India y China) proporciona a menudo un indeseable empleo al cada vez mayor número de mujeres pobres. Las mujeres vendidas para la esclavitud sexual viven en condiciones atroces, son violadas diariamente y casi albergando la certeza de acabar muriendo de abandono o a causa del SIDA. Una nueva vuelta de tuerca en esta historia de horror es la exportación de estas mujeres a países occidentales, en los que trabajan para su industria del sexo, la que las deja aún más abandonadas y aisladas que antes.
Los Demonios Más Igualitarios
Las mujeres Kuei-jin encuentran que tras el Segundo Aliento todas las limitaciones que pensaban sobre ellas, al menos dentro de la sociedad mortal, disminuyen drásticamente. Un demonio es un demonio, y el género importa poco, especialmente cuando una Kuei-jin mujer tiene el mismo poder para infligir horrendos castigos por cualquier desprecio que sufra. Hasta tal punto no existe esta discriminación sexual entre los Diez Mil Demonios, que funciona de manera contraria, ya que las mujeres Kuei-jin son consideradas más peligrosas que los hombres por algunos antiguos. El ejemplo de las penangallan de las Cortes Doradas ayuda a promover esta imagen. Es imposible determinar si esto es debido a que las Kuei-jin femeninas en realidad tienen una afinidad natural con el Shintai de la Carne y otras disciplinas, o porque el ascenso de cortes matriarcales en Asia del Sureste es sólo una reacción contra los sistemas patriarcales altamente opresivos del mundo mortal de la región. No obstante, es cierto que las mujeres Kuei-jin saben defenderse a sí mismas en las cortes. Sólo un discípulo estúpido trata mal a un demonio mujer, ya que pocas Kuei-jin olvidan alguna vez la opresión y los abusos que sufrieron siendo mortales. De hecho, muchas de las mujeres que adoptan el Segundo Aliento murieron por causas atribuibles a la opresión que sufrían por la sociedad patriarcal, y ascienden desde el Infierno por pura cólera ante tal injusticia. Con esta memoria compartida, no es insólito que las mujeres Kuei-jin de una corte no duden en atacar a un discípulo que les muestre poco respeto.
En el mundo mortal, la carga de los atrasados puntos de vista mortales acerca del lugar que ocupa la mujer es algo que todavía tienen que aguantar las mujeres Kuei-jin. Una mujer joven que vaya sola por las calles es vista aún como una clara invitación para los depredadores humanos, y mientras que agresores mortales no pueden suponer una amenaza real para una Kuei-jin, ella puede perder la paciencia al luchar contra ellos. En algunas regiones, especialmente las más atrasadas o aquellas que están bajo fundamentalismo religiosos, las mujeres viven bajo severas restricciones. Por ejemplo, en zonas devotamente islámicas las mujeres normalmente no pueden caminar en público sin un escolta masculino, ni tampoco poseer bienes o recibir una educación. Las mujeres Kuei-jin pueden por lo tanto tener que disfrazarse como hombres cuando están actuando en las calles de Pakistán o en zonas rurales de Malasia o Sumatra.
Ser mujer tiene sus beneficios mortales, no obstante. No sólo éstas tienen acceso a información que nunca podría llegar hasta oídos masculinos, sino que el carácter "menor" de su género las hace poder ostentar el poder en la sombrea de organizaciones y sociedades criminales con mucha más facilidad. Interpretan el papel de mujeres o amantes que, para los hombres mortales, se desvanecen en el fondo de este papel que desempeñan. En muchas culturas misóginas, las mujeres mantienen también una poderosa red social clandestina, recogiendo información y logrando obtener una gran influencia a través de sus maridos, amantes e hijos. Si las mujeres Kuei-jin logran acceder a estas redes y manipularlas para su beneficio, pueden emplearlas como una poderosa y sutil herramienta en pro de sus propios intereses. En las calles, las mujeres locales normalmente suelen estar al tanto de casi todo lo que ocurre, mientras atienden los puestos de los mercados, barren las calles y hacen sus recados diarios, pero normalmente guardan para sí mismas todo lo que averiguan, temerosas de interferir en los asuntos de los hombres. Una mujer Kuei-jin, simplemente a fuerza de su sexo, puede conseguir ayuda e información que de otro modo sería inaccesible para uno de los suyos. Muchas de las Pantallas Escarlata que tienen más éxito reuniendo información están basadas en este modelo de cooperación femenina.
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