-¡Su eminencia!-Chu abrió de un golpe las puertas y entró a la carrera en la cámara de audiencia del Ministro de Guerra-. Bakemono, ocho de ellos, están merodeando por la universidad. Wang y yo los vimos. Wang se quedó atrás para vigilarlos. Yo vine aquí para advertir a la corte.
Dentro, sentado en una silla de ébano tallada con la forma de un dragón, el ministro siguió saboreando su té.
-¡Su eminencia! ¿Qué...?
-¡Silencio! Estoy contemplando la taza de té.
-Pero...
-Vete. Perdonaré tu descortesía una vez, no dos.
Algunos Kuei-jin quieren cambiar el mundo. Para un occidental, puede que no suene demasiado radical, pero el Reino Medio ha sido un mundo en sí mismo durante milenios. Sus sociedades han crecido a partir de una base de antiguo politeísmo, confucianismo y taoísmo. Ha sido un lugar donde los antiguos son honrados y las viejas costumbres veneradas, donde se recela del extranjero, se hace caso omiso del innovador y se evita al que es diferente. Por supuesto, esto es así porque son los antiguos quienes están en el poder. En cualquier parte del Reino Medio a la que vayas, se te enseña a honrarlos y se te inculca la idea de que ellos tienen el saber, experiencia y sabiduría de años que son condición necesaria para el poder. Desde luego, son los antiguos quienes te enseñan a pensar así, tal como sus profesores, padres y familia les enseñaron. Los nuevos Kuei-jin (hin, Monos Corredores, discípulos) son plenamente conscientes de esta reverencia hacia lo antiguo. En la mayoría de los casos, sus años de vida fueron moldeados por el conflicto entre estas mismas fuerzas y el frenético cambio que ha marcado el siglo veinte. Pero en lo que se refiere a los mortales, aún el abuelo más respetado, o temido, muere con el tiempo de viejo. Su presencia puede sentirse todavía en el santuario de la familia y en los recuerdos de sus hijos, pero su poder corpóreo es algo del pasado. La nueva generación incorpora los cambios del mundo a sus tradiciones y sigue adelante.
En la sociedad de los Catayanos, ancestros y mandarines no mueren de viejos. Se hacen más viejos y más poderosos. Su influencia se intensifica y extiende, y exigen mayor veneración y respeto. Un Kuei-jin nuevo que ha luchado a lo largo de la vida según las órdenes de padres que no podían programar un aparato de vídeo se encuentra ahora con que su no vida está dominada por criaturas que ya no estaban por allí cuando se inventó la pólvora. Los antiguos gustan de aquello con lo que crecieron, sin importar cuánto tiempo hace desde que fueron jóvenes o lo anticuado que pueda parecer a la gente moderna. Para ellos, si era lo bastante bueno para el shogunato Tokugawa, entonces es lo bastante bueno para hoy. Los hin y discípulos harían mejor en acostumbrarse a ello. Para hacer progresos en las cortes, un Kuei-jin debe aprender los clásicos, dominar la antigua etiqueta y desarrollar habilidades que estaban en desuso antes de la caída de la dinastía Qing. Esta fijación en el pasado puede ser fastidiosa para los nuevos Kuei-jin, mas muchos de ellos no se molestan seriamente por ello. No sólo era una parte de su vida, sino que muchos habitantes del Reino Medio, incluso actuales, ven estas tradiciones como una parte de su cultura, algo que los distingue y los eleva sobre el resto del mundo.
El temor de los antiguos a lo nuevo es una cuestión más engorrosa. Al igual que muchos mortales viejos temen el cambio, los viejos Kuei-jin encuentran tal tendencia particularmente inquietante. Si bien la apreciación del pasado puede ser un atributo admirable, aunque en ocasiones inconveniente, la mayoría de los Catayanos modernos consideran la renuencia a adecuarse al mundo como es ahora como un grave problema. Pocos jina son conocidos por su apreciación del rap o la música pop. Igualmente, un antiguo que tenga al sistema legalista por la cúspide del desarrollo organizativo con seguridad no tendrá una impresión favorable ante la exigencia de una corte más democrática. En cuestiones más prácticas, la negativa de un mandarín a aceptar documentos que no estén debidamente caligrafiados (mucho menos enviados por correo) o a avenirse al uso de rifles de asalto en el ataque de la próxima luna contra los akuma que se han internado en el templo abandonado es causa de apuros graves, y posiblemente fatales, entre sus subordinados modernos. Entre las filas de los Monos Corredores, el término dame-sama se emplea para burlarse de la constante prohibición por parte de los antiguos de todo lo nuevo.
Los ancianos Kuei-jin no están a punto de renunciar y dejar que la nueva generación de no muertos maneje las cosas, tampoco. Ven a los Monos Corredores y a los discípulos como en exceso indisciplinados para encargarse de las tareas dispuestas para los Wan Xian por la Augusta Personalidad de Jade. Ningún excitado debate sobre rendimiento máximo en las inversiones ni la voz del pueblo los convencerá de que las viejas formas son cualquier otra cosa que intachables. Los dame-sama consideran imposible que cualquiera que no haya estudiado el Ki Chuan, dedicado al menos una década a cada una de las Sendas, en el kaja original, tenga idea alguna de lo que está haciendo. Aseveran que, puesto que los Kuei-jin están cumpliendo con un antiguo mandato, resulta obvio que lo mejor para ellos es ser gobernado por aquellos que han estudiado el mandato por más tiempo y están más familiarizados con el Reino Medio, sus shen y "otras cuestiones pertinentes". Algunos Kuei-jin nuevos se adaptan a su estatus dentro de las cortes con facilidad, disfrutando de la seguridad de tener la tradición y a sus superiores para que tomen las decisiones difíciles. Otros, influidos por los cambios de la Quinta Edad y sus propias naturalezas, se rebelan contra estas anacrónicas ideas y tratan de educar a la sociedad Kuei-jin para ponerla a la par con el resto del mundo.
Un Kuei-jin puede rebelarse contra las cortes por muchísimas razones. Se necesita ser una persona fuerte para salir abriéndose paso a zarpazos fuera del Mundo Yomi y algunas de estas personas encuentran problemas en doblegarse ante cualquier forma de autoridad. Algunas almas recién llegadas arrastran vendettas desde sus años como vivos a su no vida; hay varias historias de Shih que tomaron el Segundo Aliento y fueron bastante reacios a unirse a la sociedad de aquellos contra quienes habían dedicado sus vidas a combatir. Un número creciente de Kuei-jin, tales como los Príncipes de Bambú, ven a la comunidad Catayana como obsoleta e incapaz de manejar los problemas que en la actualidad arrostra el Reino Medio. Algunos incluso pueden abandonar las cortes movidos por la lealtad a otro amigo o allegado que ha elegido tal sendero. No es extraño que tales rebeldes se alíen entre sí cuando luchan a lo largo de la no vida fuera de las cortes, incluso si sus verdadero fines son muy distintos, pues es más fácil confiar en otro proscrito, incluso en uno peligroso, que trabajar con el enemigo. A la postre, cada Kuei-jin tiene sus propias razones para sus acciones, y estas razones dictan la dirección de estas últimas.
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