Destacar entre la multitud no es necesariamente adecuado en Asia. El Trasfondo de la Fama funciona básicamente igual a como se explica en las reglas principales, pero sus efectos son algo distintos. Ser famoso puede, por ejemplo, provocar con mayor probabilidad un castigo violento por una indiscreción; mientras más se haya estado implicado en un incidente, mayor será la probabilidad de sufrir el desprestigio público. La fama no garantiza el respeto a un individuo rico y famoso, y puede incluso que ocurra lo contrario si los habitantes de los suburbios piensan que ha obtenido tal celebridad doblegándose ante el régimen o explotando al hombre corriente, por ejemplo. Entre los conservadores se espera siempre cierto decoro y modestia, y aquellos que no cumplen con tales reglas acaban siendo objetos de escarnio sin importar lo famosos que puedan ser. El motivo de la notoriedad del personaje no afecta a este coste de la fama: ya sea para un gánster o para una actriz, las reglas de la sociedad asiática tienden a ser menos flexibles que en occidente, y aquellos que no las cumplan acaban descubriendo que la sociedad es más poderosa que su fama.
No obstante, la Fama también tiene su utilidad en Asia. Frecuentemente, suele servir para ayudar a superar cualquier tipo de limitaciones que pueda tener un personaje debido a su trasfondo étnico o religioso. Si eres famoso, la gente suele ser más permisiva contigo de lo que es con las personas normales, pero incluso en este caso, la fama es un arma de doble filo. Cualquier acto indecoroso puede transformar la fama en infamia rápidamente, multiplicando el efecto de un trasfondo "inaceptable". Estos son justamente el tipo de estímulos que pueden conducir a la violencia popular, por ello, un personaje famoso debe cuidar mucho sus palabras. La fama puede otorgar también otras ventajas, a veces el Narrador puede decidir que ciertas personas hayan quedado impresionadas con la reputación del personaje, quizá incluso más de lo que él mismo espera. Muchos asiáticos pobres y analfabetos tratan a la gente de acuerdo con su reputación, incluso si esa fama de justiciero y de amigo del hombre corriente es una imagen puramente de ficción creada por el cine. En las calles, nada carece de su precio.
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